'Cajas planas' para los niños tambores

Esther Rodríguez López / Roberto Sánchez Pérez
-

Las cajas de guerra, desde mediados del siglo XIX, reducen su tamaño para facilitar su manejo a los jóvenes tambores

‘Cajas planas’ para los niños tambores

En la actual exposición temporal titulada 'Los lenguajes de la música. La colección de instrumentos musicales del Museo del Ejército', en el recorrido dedicado a los instrumentos musicales de carácter militar, encontramos expuestos cuatro tambores, dos de madera y dos de latón, que nos han servido para mostrar la importancia de la percusión en el ámbito de la música militar desde los orígenes de los ejércitos. 

Llama la atención, a primera vista, como estos tambores redujeron su tamaño a lo largo del siglo XIX, haciéndose las cajas de resonancia menos altas y pesadas para con ello facilitar su manejo.  Posteriormente, este tipo de instrumentos entraron a formar parte de las bandas de cornetas y tambores conocidas como Bandas de Guerra que actualmente existen.

El 29 de septiembre de 1854 el Director General de Infantería, Antonio Ros de Olano propone al Ministro de la Guerra una disminución en el tamaño de las cajas de guerra existente hasta ese momento para con ello «reducir su volumen a la mitad, ya que proporciona más desembarazo a los tambores, así en guarnición como en marchas y operaciones, circunstancia muy digna de tener en consideración puesto que, ingresando en las bandas reclutas de menor edad, sus escasas fuerzas físicas reclaman que se les facilite un instrumento que no les agobie e imposibilite en las marchas…» Dicha propuesta sería sometida a la Junta Consultiva de Guerra y se acordaría que  «considerando atendibles las razones en que dicho superior Jefe se funda, hacer llegar al Ministro de la Guerra la conveniencia de que S.M. acceda a la adopción de la llamada 'caja plana'».

En las Reales Ordenanzas del 29 de marzo de 1912, se declararía reglamentaria la caja de guerra diciendo de ella que deberá tener un peso total de 3,375 kg, con un diámetro de 38 cm y una altura de 16 cm, en tal ordenanza también se incluye el precio máximo de estos tambores, 52,50 pesetas. Para el uso de dicha caja de guerra debían adquirirse igualmente un par de baquetas de ébano con casquillos de metal dorado al precio de 4,50 pesetas, bandolera con escudo, porta baquetas, mandil y porta caja todo ello al precio de 18,50 pesetas, lo que hacen un total de 75 pesetas al conjunto de caja y sus pertrechos.

Este cambio, que se propone a mediados del siglo XIX, respondía al hecho de que en los ejércitos fue habitual que los puestos de tambor los ocuparan jóvenes imberbes, niños menores de 14 años. Ser el tambor de la compañía entrañaba riesgos considerables, ya que los ejércitos enfrentados trataban de reducir cuanto antes las posibilidades de comunicación y transmisión de órdenes en las filas enemigas, así el tambor era uno de los primeros objetivos a abatir. Por ello, una vez que alcanzaban esa edad, se ofrecía a estos jóvenes la posibilidad de quedarse en el ejército para formase como militares. 

En la actual exposición, la obra del pintor Domingo Muñoz Cuesta 'El tambor de Ingenieros', nos presenta este 'niño tambor' que porta su caja de guerra sobre el hombro izquierdo reanudando la marcha, quizás ya encaminándose hacia la batalla.