En su bucólico caminar por las rampas del Valle, este año la Virgen en procesión ha recuperado una antigua tradición, como es poder observar, y ser observada, por sus antiguas custodias, las monjas de las Jerónimas de San Pablo. No es que en años anteriores a su retorno a la ermita su amada Hermandad no la girara con mimo y esmero, como es habitual, sino que el crecimiento de un árbol se interponía entre ellas. Este año el Ayuntamiento ha podado el árbol y se ha podido cumplir la tradición.
Tradición, por lo tanto, completada, a pesar del cansancio a las siete de la tarde por muchos, el frío y la amenaza de lluvia, que han hecho este día tan distinto al del pasado año. La Hermandad de la Virgen del Valle ha vuelto a sacar a hombros a su patrona por una de las zonas más bonitas de la ciudad para pasearla en torno a la Piedra del Rey Moro bajo un arco de claveles, blancos, limas y rosas; pero sobre todo entre un gran número de fervientes devotos que no pararon de entonar vítores a la Virgen y a Toledo. Cada año son más los móviles que inmortalizan el paseo, pero eso no quita ni un ápice de amor hacia su Virgen a quienes se encaraman al Valle para venerarla.
Difícil fue para algunos llegar hasta su recorrido, porque la multitud en la zona de los bares y los puestos llegó a colapsar por momentos la zona de paso de los viandantes.