Un año de invasión en Ucrania ha tenido un impacto en la población civil que Europa no conocía en décadas: desde los ocho millones de refugiados repartidos por el resto del continente a los más de 8.000 fallecidos por los ataques rusos, en acciones que en muchos casos han constituido crímenes de guerra. «Cada día que continúan las violaciones a los derechos humanos se hace más difícil buscar una solución a este creciente sufrimiento y destrucción», destacó ayer el alto comisionado de la ONU para los derechos humanos, Volker Türk, al acercarse el aniversario del conflicto hoy.
Según su oficina, que reconoce que las cifras reales podrían ser aún mayores porque no se tienen datos completos de localidades en el frente de batalla, al menos 8.006 civiles han muerto (487 de ellos niños) y 13.287 han resultado heridos desde el inicio de la contienda rusa. Aunque casi la mitad de estos fallecimientos se produjeron en marzo de 2022, los ciudadanos de a pie siguen siendo víctimas de los ataques rusos desde entonces, y se cuentan por cientos cada mes.
Otro duro precio a pagar por Ucrania en 12 meses de guerra ha sido demográfico: unos 17 millones de personas, casi un tercio de su población antes de la guerra, dejaron sus hogares -seis millones como desplazados internos y el resto en Europa-, siendo Polonia el principal lugar de asilo, seguido de otros países vecinos, como Rumanía, Moldavia o Eslovaquia.
«Europa ha mostrado su capacidad para movilizar voluntad política y ayudar a estos refugiados», destacó la portavoz de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), Louise Donovan.
Eso sí, pese a la generosidad en la acogida, se mantienen muchos desafíos, debido al hecho de que muchos de esos desplazados son mujeres con sus hijos. «Hay barreras a la inclusión social», denunció.
Otra gran herida abierta en el conflicto es la de los crímenes de guerra contra civiles atribuidos al Ejército ruso, bien en forma de ejecuciones sumarias en zonas que llegó a ocupar, o bien con ataques indiscriminados a objetivos no militares, desde edificios residenciales a escuelas, hospitales y otras infraestructuras. Unas prácticas que parecen copiadas de conflictos pasados lanzados por Moscú, pues se asemejan mucho a los crímenes en las dos guerras de Chechenia (1994-2000), o incluso antes, durante la intervención de la URSS en Afganistán (1979-1989).
Las investigaciones de la ONU documentan por ahora al menos 441 asesinatos de civiles por parte del Ejército ruso en Ucrania (entre ellos 72 mujeres y 28 niños), tanto en lugares de detención improvisados como en los domicilios de las víctimas, frente a sus portales o en controles de seguridad sobre el terreno.
Un lugar, la calle Yablunska de Bucha, se ha convertido en amargo símbolo de las atrocidades rusas: allí, en marzo de 2022, según los informes de Naciones Unidas se asesinó a al menos a 54 hombres, 16 mujeres y tres niños, aunque estos son los crímenes documentados y podrían haberse perpetrado muchos más, además de agresiones sexuales o torturas.