«Toledo es entre todas las ciudades la más castellana» (Josep Pla)

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Libros del K. O. acaba de publicar 'Madrid, 1921. Un dietario'. Recoge las crónicas que el autor catalán dedicó a la capital de España a comienzos de los años veinte

«Toledo es entre todas las ciudades la más castellana» (Josep Pla)

«Hay mucha gente que dice que los catalanes no sabemos nada de historia porque no ha habido nadie con suficiente arte ni suficiente picardía para metérnosla en la cabeza. En Toledo, sin embargo, la aprendemos en un santiamén. Es en Toledo, en medio de estas magnificencias de arquitectura y de pedregal, donde nos sentimos hijos de una historia ineluctable. Toledo es el punto estratégico, podríamos decir, de nuestro drama. Habríamos de venir todos aquí a meditar, porque en esta villa [sic] todo se explica con claridad». Con estas palabras finaliza el testimonio que el escritor Josep Pla (1897-1981), considerado uno de los autores más importantes de la literatura catalana contemporánea, dedicó a la ciudad de Toledo. Lo hizo en 1921, más de veinte años antes de publicar Vida de Manolo, uno de sus mejores textos, cuando trabajaba como corresponsal en la capital de España.

Fruto de las dos largas temporadas que Pla pasó en Madrid durante su juventud, en 1921 y 1928, surge Madrid, 1921. Un dietario, uno de los retratos costumbristas más irónicos y divertidos elaborados durante la dictadura de Primo de Rivera. Estas memorias, que acaba de publicar la joven editorial Libros del K. O., especializada en periodismo, dedican un breve pero interesante espacio a la ciudad de Toledo, cuya monumentalidad y diversidad arquitectónica destacó el joven escritor.

Sus palabras son las de un visitante fascinado por la antigüedad y semblanza de su casco histórico, pero también por el carácter identitario de la vieja ciudad en la que «hay monumentos romanos, musulmanes, hebraicos, germánicos, góticos, renacentistas, barrocos, puestos como quien dice uno encima de otro». Ni siquiera en Toledo renunció a su inteligente ironía, al preguntarse cómo es que nadie había robado todavía las importantes pinturas del Greco, «el pintor de la ciudad», de la iglesia del Hospital de San Juan Bautista de Tavera. Su descripción de «todo este sueño de piedra sobre piedra», al que calificó de «imponente, áspero, dramático», recorre los monumentos y el río, las calles estrechas y el «pedregal convulsionado» de sus rodaderos, así como la luz cambiante de un entorno que los nuevos barrios aún no habían invadido. Sin embargo, el testimonio más personal de este periodista que aún no había cumplido los treinta años tuvo que ver con el terreno de la identidad.

«La sensación más honda que produce Toledo, ¿no será, sin embargo, una especie de distanciamiento, algo así como una incapacidad de la ciudad para entregarse sin reservas? Este es el efecto que a mí me causa». Josep Pla la denominó «ciudad fronteriza entre un territorio metropolitano y Andalucía y Extremadura, países coloniales», lo que la situaba «en un mundo del que no tengo ninguna resonancia profunda ni me ha llegado ninguna estratificación humana y sentimental. Toledo es entre todas las ciudades la más castellana. Es el vértice medieval castellano, es decir, el punto más sensible y la piedra angular de la ambición nacional. Es el centro de la Reconquista, que es como si dijéramos el centro histórico de este país -de la poesía (el Romancero) más profunda, del gran arte, de la gran empresa nacional-. Y, puesto que no estábamos allí, ¿cómo queréis que se sienta todo esto? ¿Cómo queréis que se entregue la ciudad?».

Francisco Umbral, recuerdan desde la editorial Libros del K. O., escribió a propósito de Josep Pla que siempre veía Madrid con una ironía distante que no le impedía percibir «cosas bonitas y entrañables que no han descubierto los madrileños». Algo similar podría decirse de la mirada, intrínsecamente castellana, lírica y sentida, que dedicó a esta ciudad precisamente el gran escritor catalán.