Durante generaciones, la familia Gómez-Elegido ha custodiado la salud en Orgaz, a través de la botica que han administrado con dedicación y pasión. Desde los primeros frascos de remedios caseros hasta los avances farmacéuticos modernos, la familia ha atendido a sus vecinos y vecinas con cuidado y conocimiento.

Ahora, en su séptima generación, han decidido transformar su querida botica en un museo, una ventana al pasado donde las historias de curación se entrelazan con el progreso de la medicina.

Julián Gómez-Elegido, quiso establecer su botica en la localidad toledana a mediados del siglo XIX, establecimiento que permaneció prestando sus servicios en la villa durante más de un siglo, hasta el año 1984, pasando de generación en generación.

La botica Gómez-Elegido: De remedios a reliquia - Foto: Yolanda Lancha«En el año 1984 la farmacia se cerró. Un espacio que aún sigue dentro de mi casa. Desde aquel momento ha permanecido adormecida hasta que hemos decidido limpiarla, restaurarla, ponerla a punto y crear una especie de museo familiar con objetos como los frascos antiguos, diferentes aparatos, y con muchos libros. Además, se pueden apreciar los títulos de farmacéuticos de todos mis antepasados y las orlas», declara Roberto Molero Gómez-Elegido, séptima generación.

Un espacio abierto a todos los vecinos y vecinas que quieran viajar en el tiempo, y también a los visitantes que se acerquen por la localidad. En la ruta por Orgaz, se suma una nueva parada, la botica de los Gómez-Elegido, de 1843. El castillo, la iglesia de Santo Tomás Apóstol, el puente de los cinco ojos, el arco de belén, o los Hitos, el yacimiento de la aristocracia visigoda… Orgaz suma un nuevo punto, con entrada totalmente gratuita.  

Se trata de un pequeño «homenaje a mis antepasados. Y el agradecimiento a que he pasado toda mi infancia en Orgaz, y quiero que la gente lo disfrute».  

La botica Gómez-Elegido: De remedios a reliquia - Foto: Yolanda LanchaEn la botica los visitantes se podrán encontrar «mobiliario propio del siglo XIX. Sus paredes estaban cubiertas por unas estanterías de aspecto clásico de madera decorada con colores blanco y oro. Los anaqueles estaban repletos de frascos de cerámica propios de las farmacias que contenían los diferentes productos que allí se expendían», añade.

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