Sefardí, relatos de convivencia

Á. de la Paz
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Carmen Álvarez y Juan Ignacio de Mesa recorren la historia del museo y dialogan sobre los hitos germinales del espacio que devolvió a Sefarad la identidad extraviada

Carmen Álvarez y Juan Ignacio de Mesa durante la conferencia. - Foto: La Tribuna

La celebración de los 60 años de la publicación del decreto que alumbró la creación del Museo Sefardí, en la toledana sinagoga del Tránsito, constituye una de las referencias culturales contemporáneas de la ciudad. Se trata de un espacio «único» cuyo objetivo didáctico ahonda en la «identidad del pueblo judío en España», explica Carmen Álvarez, directora de la institución y coprotagonista de La memoria expuesta: un viaje por los 60 años de historia del Museo Sefardí, una conferencia que dictó junto a Juan Ignacio de Mesa, presidente de la Asociación de Amigos del museo.

Las investigaciones realizadas por las primeras generaciones de hebraístas facilitaron la acumulación de un corpus científico que permitiera contar el relato de la comunidad seferdí. Más allá del valor del inmueble escogido para albergar el enclave, la sinagoga erigida por el judío toledano Samuel ha-Leví mediado el siglo XIV, el nuevo museo habría de «identificar y atribuir» el patrimonio que afloraran los diferentes trabajos arquológicos o las donaciones legadas.

La colección permanente del museo comenzó a formarse a partir de los años sesenta y setenta. Junto a los objetos cedidos por algunas familias sefardíes que «ayudan a consolidar el museo», los restos hallados en el cementerio judío de la ciudad se adivinan como las piezas fundacionales. El largo periodo de Ana María López en la dirección del centro estatal, desde 1978 hasta 2010, consolida la incierta apuesta emprendida en 1964 -y que hasta 1971 no abrió al público.

Alrededor del mito de las tres culturas pivotó la disertación de De Mesa. El primer alcalde de Toledo tras la restauración democrática compara la conquista de Toledo en el 1085 con la toma de Jerusalén por los cruzados en 1099 para advertir el diferente cariz de cada una: la primera no derramó sangre y respetó las singularidades de los diferentes colectivos; la segunda, sin embargo costó miles de vidas.

De Mesa prioriza las ideas de «convivencia y connivencia», frente al concepto de tolerancia, para explicar (y explicar al joven que fue en la década de los cincuenta) lo que ocurrió en aquel Toledo bajomedieval. Discrepa de que pudieran existir guetos y apuesta por la existencia de un espíritu pragmático intergrupal «para compartir lo bueno y alejarse de lo malo».

El presidente de la Asociación de Amigos del Museo Sefardí parafrasea a Ramón Gonzálvez y subraya cómo aquel «Toledo se convierte en una ciudad de minorías y de libertades». Lo que ocurre en la ciudad castellana hace deviene en un «experimento cultural» único en Occidente.

Sobre el decreto de expulsión de los judíos de España, firmado por los Reyes Católicos en 1492, De Mesa se retrotrae al comportamiento de otros países con tal minoría. Inglaterra los desterró en 1290; Francia, tanto en 1306 como en 1394; mientras que en las ciudades germánicas su salida forzosa se hizo a lo largo del siglo XV.

La presencia «secular» de las buenas relaciones entre España y los países árabes dificultó algunos actos en el museo durante sus primeros años de vida. Con el reconocimiento del Estado de Israel en 1986 se abrió la puerta a la plena normalización.