El temple y el regusto clásico del madrileño Álvaro Burdiel, al que se negó injustamente una oreja pedida con fuerza, destacó sobre el triunfo menor, con el único trofeo concedido, del alcarreño Víctor Hernández en la novillada celebrada hoy en la plaza Las Ventas.
Ante una pobre entrada de público, con poco más de cinco mil espectadores en el tendido, y que contrastó con la de los más de nueve mil asistentes de la nocturna del pasado jueves, se volvió a lidiar en Madrid otro saldo ganadero, al no lograr la empresa nuevamente que pasaba el fielato veterinario otro novillada completa, en este caso la anunciada del hierro francés de Olivier Fernay.
Del la divisa titular se lidiaron finalmente solo dos utreros, terciados y descastados, que contrastaron en presencia con los tres últimos, de Carriquiri, y sobre todo con el que abrió plaza, todo un toro de Julio de la Puerta que acabó siendo el único con ciertas opciones del sexteto y al que, por eso mismo, se cortó la única oreja concedida, que no pedida.
El trofeo lo paseó Hernández por una faena en la que ligó con facilidad, y sin exigir mucho, las manejables embestidas de un utrero que apenas se empleó pero que al menos se movió tras el engaño, hasta que dejó de hacerlo cuando el novillero alcarreño se empeñó en alargar de más una faena que por eso mismo fue decayendo, pero que remató de una gran estocada.
La nutrida presencia de seguidores en los casi despoblados tendidos llevó a la petición generosa de esa una oreja que dio una presidencia que, después y de manera arbitraria, la negaría a Álvaro Burdiel tras una petición similar y, sobre todo, tras una faena de muchos más méritos y nivel artístico.
Ese trasteo del madrileño comenzó con un ramillete de templados lances al segundo de los de Fernay, con las que le fue ganando terreno hasta los medios hasta rematar con una excelente media verónica, al igual que hizo con el sexto, que, por desrazado y afligido no le dejaría rematar la tarde, a pesar de que hizo con él todo un alarde del mejor temple.
Pero antes, con ese tercero, Burdiel se expresó con un regusto clásico raro de ver en estos tiempos, desde que tomó la muleta y se lo sacó al tercio con soberbios y pausados ayudados por alto, trincherillas y pases de la firma, imponiéndose así a las ásperas protestas del novillo francés.
Y más aún las apaciguó en las siguientes tandas, consintiendo paciente y con una perfecta colocación sus defensivos cabezazos hasta que, por fin, el animal se entregó lo justo para que el antiguo alumno de la Escuela de Madrid se pudiera recrear en dos tandas de pulseados muletazos por ambas manos y en un final de faena por bajo, con una rodilla entierra, de clásico aroma.
A todas luces, tras una estocada trasera, fue faena de oreja, menos para el usía, que también se la negó al debutante Aarón Rodríguez, esta vez con mayor justificación, en tanto que el toledano, apenas se asentó con un segundo de la tarde que, en un descuido, le prendió feamente por el pecho. Tras la muerte del novillo, el novillero de Talavera fue atendido en la enfermería de una contusión en el hemitórax derecho y un puntazo corrido en la región lumbar, que no le impidieron -frente al criterio médico- continuar la lidia.
De hecho, Rodríguez siguió intentando sin éxito sacar algo lucido de ese novillo, jaleado por otro autobús de partidarios que le pidieron esa oreja que no tenía justificación, pues a su gestual e inseguro toreo le faltó mayor asiento y mando para imponerse, igual que le sucedió con el quinto, un novillo que tuvo tantas ganas de rajarse como su hermano lidiado en cuarto lugar y con el que Víctor Hernández tampoco resolvió.