Las dos transiciones del ciudadano José María Barreda

Á. de la Paz
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El expresidente regional recorre en 'Un militante de base en (la) Transición' las reformas que transformaron las estructuras políticas de España desde la mirada de un joven de izquierdas y cristiano

José María Barreda presentó su último libro en la Biblioteca de Castilla-La Mancha. - Foto: La Tribuna

El expresidente de Castilla-La Mancha José María Barreda presentó Un militante de base en (la) Transición, su último libro, en la Biblioteca de Castilla-La Mancha. La obra, estructurada en 26 capítulos, recorre la biografía del autor y los principales hitos históricos de una época que transformó España.

El texto entrevera la transición personal del autor, cuya vida aúna su vocación cristiana con la lucha por las libertades. El joven Barreda que quiere «tomarse en serio el espíritu evangélico» aprendido en un colegio religioso convive con una versión diferente de sí mismo, cuando en la etapa universitaria se topa con el movimiento antifranquista, un colectivo que dirigen los comunistas, con quienes colabora en un primer momento hasta su definitivo ingreso en las filas socialistas.

Entretanto, «en el conjunto de la sociedad española se produce una gran transformación», detalla Barreda. El Partido Comunista abandona el leninismo y el Partido Socialista hace lo propio con el marxismo. También la derecha cambia sus postulados: una parte de quienes proceden del franquismo se adentran en la democracia. «Son unos años cruciales en los que pasan muchas cosas», remarca.

Barreda mantiene una visión positiva del cambio. «La historia de la Transición es la historia de un éxito». El armazón que sostenía un estado dictotorial se transformó en una estructura democrática, con derechos y libertades, similar a la del resto países europeos. «Las cosas salieron bien, pero no era inexorable que salieran bien: podrían haber salido mal; de hecho, había mucha gente que quería que la cosa no funcionara».

El autor alude al búnquer, aquella extrema derecha nostálgica del régimen pretérito, que apostaba por el inmovilismo. Tampoco el terrorismo de las dos orillas ideológicas, ETA o la extrema izquierda apostaron por un proceso de profunda renovación que devolvió a España un régimen constitucional.

El entendimiento entre todos los actores políticos y sociales del momento fue posible gracias a la «gran inteligencia» que alumbró el «acuerdo entre los reformistas y los rupturistas». La renovación se concretó en «una especie de ruptura pactada que permitió, finalmente, negociar y consensuar una Constitución», explica quien fuera profesor de Historia Contemporánea en la UCLM.

La Carta Magna de 1978 supuso la consolidación de un proceso que cristalizó en un nuevo ordenamiento para una sociedad diferente. «Por eso es una Constitución de todos», apunta.

La presentación de Un militante de base en (la) Transición, editado por Catarata, contó con la presencia de Fernando Mora, Jesús Fuentes Lázaro y José San Román.