El Tribunal Supremo ha dictado doctrina, aclarando así algunas dudas y dando respuesta al propio Gobierno que, en su momento y con tal de no reconocer el fiasco de la ley del sí es si, señaló que había que esperar a la posición del alto tribunal. La doctrina está sentada y a falta de conocer el texto íntegro de la resolución, lo incontestable es que la misma ha supuesto el último baldón para la ministra de Igualdad, Irene Montero. El momento no ha podido ser más adverso para la ministra que desde una altivez que ha demostrado tanta ignorancia como soberbia ha sido incapaz de la menor autocrítica. De dimitir, ni hablar.
Irene Montero y quienes le han acompañado han dado muestras de sectarismo y de un adanismo sorprendente. Pareciera que sin ellas las mujeres éramos una gran cuadrilla de sometidas y bobaliconas. La frivolidad con la que se han abordado cuestiones delicadas y merecedoras de debate sosegado e informado no les está saliendo gratis.
Sin embargo, es injusto cargar las tintas únicamente sobre los hombros de Montero. Esa ley salió adelanta con el visto bueno de todo el Gobierno con su Presidente al frente que llegó a decir que la tal ley iba a ser un referente internacional. Ahora, por mucho que el Ejecutivo trate de sacar pecho recordando que fueron ellos, la parte socialista, quienes abordaron la reforma, el baldón les afecta y de manera bien directa. Sabían que lo que ha venido ocurriendo iba a ocurrir pero con sobre las ministras de UP solo ha mandado UP, nos hemos encontrado con un Presidente cautivo de su socio. Lo ocurrido es un buen manual para Feijóo de lo que no se debe hacer y quizás Mañueco, presidente de Castilla y León, debería tomar alguna nota.
La legislatura ha estado salpicada de tropezones, de decisiones inesperadas y este gota a gota es lo que explica, en gran medida, los resultados del 28 de Mayo.
Los socialistas saben perfectamente que esto ha sido así, pero reconocerlo sería tanto como una enmienda a la totalidad de su estrategia. No cabe decir que no ha habido aciertos y decisiones acertadas, pero el adelanto electoral ha impedido al PSOE el debate y análisis sereno y sincero de unos resultados que no esperaban. Basta con que miren la gestión y las formas de Irene Montero para encontrar, cuando menos, alguna pista que les explique unos resultados que no esperaban.
Los tiempos de esplendor político de Irene Montero se han acabado. El Supremo ha rematado una trayectoria que se las prometía muy felices pero en política está demostrado que no basta con la buena fe. Hay que tomar decisiones acertadas, comprensibles para la mayoría y moverse con la humildad que es patrimonio de quienes no niegan el pan y la sal a sus adversarios. En política hay que saber estar y Montero, con el silencio del resto del Ejecutivo, no ha sabido estar.