En una ciudad repleta de historia, como es Toledo, hay elementos arquitectónicos que, pese a haber tenido su lugar a lo largo del tiempo, cayeron al olvido. Un claro ejemplo de ello es el cimborrio de la Catedral, una estructura sencilla que, hasta su demolición en 1910, formó parte de uno de los edificios más emblemáticos de España. Hoy, más de un siglo después, el cimborrio sigue siendo una pieza olvidada en el imaginario colectivo de la ciudad y ha tenido que ser Toledo Olvidado quien rescatara su memoria.
El cimborrio, una construcción de finales del siglo XV, era una modesta torre cuadrangular situada sobre la nave central de la Catedral. Con un tejado a cuatro aguas de teja de pizarra y coronado por una cruz patriarcal, este remate arquitectónico contaba con ocho pequeñas ventanas. Aunque su apariencia discreta no llamaba mucho la atención, el cimborrio formaba parte del conjunto monumental de la Catedral, al que el paso de los siglos y el imparable avance de las obras de restauración han relegado elementos como este al olvido.
La historia del cimborrio está marcada por su cercanía con otro de los elementos arquitectónicos desaparecidos de Toledo: la Torre del Reloj. Demolida en 1889, la torre, que hasta entonces había sido uno de los símbolos de la ciudad, dejó más visible al cimborrio, aunque, sorprendentemente, no se desató polémica alguna por su desaparición. A pesar de su humildad, el cimborrio no fue percibido como un elemento significativo en el paisaje toledano y, en 1910, fue demolido como parte de las obras de restauración necesarias para garantizar la estabilidad de la Catedral.
La Catedral de Toledo sí tuvo cimborrio - Foto: Eduardo Sánchez ButragueñoEl cimborrio comenzó a dar señales de su deterioro a principios del siglo XX, en un momento en que la Catedral, como muchos de los monumentos de la ciudad, necesitaba urgentemente reformas. En 1903, los primeros informes alertaban sobre el mal estado de las cubiertas, y en 1909, un informe de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando concluyó que las bóvedas del templo corrían un grave riesgo de ruina. Esta situación llevó a la aprobación de un proyecto de restauración por parte del gobierno, y aunque en un principio se intentaron realizar reparaciones menores, el peso de las bóvedas y las deficiencias estructurales hicieron inevitable la intervención mayor.
A medida que las obras avanzaban, la necesidad de aligerar la carga que soportaban las cubiertas llevó a la decisión de derribar el cimborrio. En 1910, las maderas que formaban el tejado de la Catedral comenzaron a ser desmontadas, y la estructura fue retirada definitivamente. Las imágenes de la época muestran la Catedral sin el cimborrio, una imagen más sencilla y austera que la que había sido durante siglos, aunque algunos lamentaron la pérdida de esta pieza arquitectónica.
La demolición del cimborrio es hoy un recordatorio de los sacrificios que, en nombre de la conservación, se han hecho en muchos monumentos históricos. En la actualidad, la cruz patriarcal que adornaba el cimborrio ha sido recolocada en el centro de la cruz latina de las nuevas cubiertas, un detalle que permite a los visitantes de la Catedral recordar la historia de un elemento arquitectónico que, aunque no llamó la atención en su época, formaba parte integral del patrimonio histórico de Toledo.
Más de un siglo después de su desaparición, el cimborrio sigue siendo un símbolo de la historia arquitectónica olvidada de Toledo, una ciudad que, pese a su vasta riqueza monumental, guarda en sus calles y edificios pequeños recuerdos de un pasado que, aunque ya perdido, sigue vivo en la memoria de aquellos que se atreven a recordar.