El 'jueves que relumbra más que el sol' no es la única celebración del Corpus que podemos disfrutar los toledanos. Y no me refiero sólo a las diversas procesiones, que con muy diferentes manifestaciones de devoción, folclore, tradiciones propias, se viven a lo largo y ancho de nuestra provincia, como Camuñas o Lagartera. En la ciudad de Toledo nos encontramos con varias celebraciones que exaltan la Eucaristía el domingo del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo y en su octava. Quizá la más llamativa es la procesión del Corpus Chico o Corpus del Cabildo, que, tras el canto de Vísperas, tiene lugar, con la custodia de Arfe, por las naves de la Catedral Primada, poniendo fin al triduo de celebraciones en el templo primado en honor de la Eucaristía.
Pero no es la única procesión. En el barrio de Buenavista, desde hace algunos años, la parroquia de Santa Teresa quiere hacer presente la festividad en las calles, con un recorrido por las calles que rodean la iglesia. Santo Tomé, el domingo de la octava, celebra su Corpus Chico, portando el Cuerpo de Cristo en una bonita custodia neogótica. La novedad será este año el recuperado Corpus Chico de la parroquia de San Justo, una tradición que, documentada en el siglo XVI, desapareció, y que este año revive, impulsada por el párroco y el Gremio de Hortelanos, procesionando desde la iglesia de San Miguel el Alto hasta la sede titular, con una estación en el convento de las monjas Jerónimas de San Pablo.
Pero quizá una de las más llamativas sea la que, el mismo domingo del Corpus, recorre el barrio de la Antequeruela. Es el Corpus Chico de la parroquia de Santiago del Arrabal, una procesión entrañada en el alma de los vecinos, que, año tras año, decoran con colgaduras, colchas y mantones de Manila las estrechas y sinuosas calles de la barriada, por donde discurre el Santísimo Sacramento, portado en una espléndida custodia de asiento, procedente de la antigua y desaparecida iglesia parroquial de San Isidoro de la Antequeruela, que cobija la Eucaristía bajo una estructura arquitectónica clásica, renacentista, en la que destaca la imagen del titular del viejo templo, el sabio arzobispo sevillano de la época visigoda. Un desfile procesional que tiene uno de sus momentos más emotivos cuando al regresar, tras atravesar el túnel situado bajo la calle Real del Arrabal, la custodia entra, bajo una lluvia de pétalos de rosa y el alegre repicar de las campanas, en la ermita de la Virgen de la Estrella, que aún luce sus galas tras la fiesta de su titular. El olor del incienso se entremezcla con el del tomillo desparramado por la plaza que separa la ermita de la parroquia, en una conjunción muy toledana.
Sin duda alguna, a lo largo de esta semana se han hecho realidad los viejos versos: «para alabar a Dios, después de Roma, Toledo».