Las fiestas del Cristo del Prado de Madridejos en 1890

F. J. R.
-

Una carta al director publicada en el diario 'El Demócrata' el 27 de septiembre de 1890 describe la localidad de Madridejos, alaba su feria y señala la vida política de entonces

Paseo y ermita del Cristo en 1959. - Foto: Diputación Provincial

Madridejos se despidió ayer de sus ferias y fiestas en honor al Stmo. Cristo del Prado. La localidad ha celebrado por todo lo alto, con las campanillas de sus tradicionales Galeras aún resonando, una de las citas ineludibles en La Mancha toledana en los estertores del verano.

Ha sido así desde hace muchos años, compartiendo protagonismo con las fiestas de otros pueblos cercanos, pero reivindicando sus particularidades. El periodista madridejense Pedro Carreño ha facilitado a La Tribuna una de las primeras referencias escritas que se tiene de las fiestas, publicada en formato de carta al director en 1890 en el periódico 'El Demócrata' por un visitante muy ilustrado en aquellos tiempos. La firma José M. de Llinás, y realiza una descripción atractiva e interesante de lo que fueron las fiestas en aquellos tiempos.

Su visita a Madridejos entre el 21 y 23 de septiembre de 1890 obedece a una invitación de sus amigos «los señores Pérez Moreno», residiendo «en su espléndida morada» todos esos días, y comienza con una descripción del entorno con el que se ha topado: «No es la Mancha país, como usted sabe, que deba su fama a la riqueza industrial como Cataluña, ni a la hermosura de sus vergeles como Valencia, ni a lo pintoresco y accidentado del terreno como las provincias del Norte, ni al carácter alegre o la apacible temperatura como Andalucía, sino que, por el contrario, la aridez de sus llanuras, la distancia de sus pueblos y la monotonía de sus campos, cosas son que cansan y espantan los viajeros que atraviesan sus llanuras; así no es mucho que no trajera yo grandes    ilusiones de admirar nada extraordinario, ni más objeto que el de disfrutar lo que es para mí el néctar de los dioses, las delicias de una buena y sincera amistad, exenta de desconfianzas de envidias, rivalidades y otras tantas pasiones que suelen desunir y deshacer, sin motivo y sin razón, estrechos y bien fundados lazos de cariño. Mas, donde menos se piensa... y Madridejos es una villa de doce a quince mil almas, grande, alegre, agrícola, industrial, y en la que, por haber de todo, hasta de lo que en la corte apenas se encuentra ahora, hay aquí, porque aquí hay política, y algo más seria de lo que por allí suele serlo».

Ejemplar de ‘El Demócrata’ del 27 de septiembre de 1890 con el artículo de Madridejos.Ejemplar de ‘El Demócrata’ del 27 de septiembre de 1890 con el artículo de Madridejos. - Foto: LTAdemás, describe «sus espaciosas calles (de cinco metros de arroyo la que menos), la blancura de las fachadas, los árboles, que adornan algunas calles, etc., le dan un aspecto alegre y simpático, que impresiona agradablemente». Compara el paseo de la Alameda del Cristo con «las hermosas calles de árboles del Retiro», ya que «hay casino y teatro y una porción de hermosísimas mujeres».

«Hay fábricas de harinas, de tejidos de lana y de licores, donde se emplea mucha gente, y que constituyen una fuente de riqueza para esta villa», continúa la carta del 'Demócrata' sobre la localidad, añadiendo que los alrededores de Madridejos «son preciosos, y su campo limitado por las sierras, que se extienden en semicírculo, está lleno de magníficos palomares, que a menudo sirven de quintas de recreo». Para apostillar que «el vino y el trigo son sus principales producciones, y está hecha la apología de esta población, con decir que no hay pobres en ella».

Sobre las fiestas en concreto del Cristo del Prado destacaba este viajero de 1890 el «fervoroso culto y fe ciega» de los madridejenses, destacando en el lado profano de la celebración los fuegos artificiales, el teatro y los toros.

«En los fuegos hubo dos cosas notables, unos cohetes que aquí se bautizaron inmediatamente con el nombre de 'cohetes Cánovas' que tienen la particularidad de lanzar un agudo e intenso silbido mientras se elevan majestuosamente en el espacio, dejando detrás de sí brillante estela de doradas chispas, y el castillo final, en que estaba dibujada con diversas y brillantes luces la imagen del Cristo del Prado».

Por último, la misiva de este curioso visitante reserva un hueco para la política de la época, destacando que «esta aquí no excita los ánimos ni se oye el clamoreo general que en otras partes contra la tiranía del caciquismo».

«Las huestes que acaudilla nuestro correligionario D. Venancio González, están unidas y compactas, no habiendo apenas conservadores ni republicanos en este distrito. Muerto el marqués de Mudela, y heredero el conde de Valdelagrana de las grandes fincas del primero en esta localidad, ya no tienen fuerza aquí los conservadores. El conde, o mi querido amigo D. Federico Serrano, serán los candidatos a la diputación a Cortes por este distrito, y ambos serán dignos representantes de un distrito que ha de alcanzar grandes ventajas, y que todo lo espera del partido liberal», sentencia en su carta, pronosticando en aquellos finales del siglo XIX una triunfo del partido liberal en toda la provincia de Toledo.