En la antigua Roma, el Pontífice Máximo (pontifex maximus) era el más importante de los sacerdotes que componían el colegio de los pontífices. Con el paso del tiempo, el cargo pasó a vincularse a los emperadores, y a finales del siglo IV, a los obispos de Roma, y por extensión, sin el adjetivo máximo, a los demás obispos. Su etimología nos remite, literalmente, a 'constructor de puentes', lo cual podría referirse a que hacía de puente entre los hombres y los dioses, o, según algunos, a que realmente los edificaban sobre el río Tíber.
Sea cual fuere su significado real, en la historia toledana nos encontramos con un arzobispo que fue un auténtico pontífice en este último sentido, pues ha pasado a la posteridad no sólo como una de las figuras más notables que han pastoreado la sede de San Ildefonso, sino como el promotor de dos grandes obras de ingeniería, que aún podemos disfrutar, especialmente quien semana a semana les escribe desde este torreón, que sin dicho arzobispo no existiría. Me refiero a don Pedro Tenorio, quien construyó los puentes de San Martín, en Toledo, y el que, cruzando el río Tajo, permitió la llegada de peregrinos al santuario de Santa María de Guadalupe, dando lugar a la Villafranca de la Puente del Arzobispo.
Nacido en Galicia, Tenorio inició su carrera eclesiástica en Toledo, donde obtuvo una canonjía en 1359. Estudió después en Toulouse y más tarde en Perugia, en cuya universidad se doctoró, llegando a ser su rector. Impartió posteriormente docencia en Aviñón, donde se encontraba la corte pontificia. En 1371 fue promovido al obispado de Coimbra y, en 1377, al de Toledo. Como prelado de esta sede, tuvo que intervenir en numerosos asuntos de la vida política castellana, siendo consejero del rey Juan I y formando parte del consejo de regencia durante la minoría de edad de Enrique III.
Pero más allá de su labor política, Pedro Tenorio, que presidió la iglesia toledana hasta su fallecimiento en 1399, destacó como gran mecenas de las artes. Durante sus años de docencia, creó una amplia y rica biblioteca, que donó a la catedral, construyendo la sala que debía albergarla. Su labor edilicia no se limitó a los dos puentes mencionados, sino que en la catedral promovió la construcción del claustro y la capilla de San Blas, una de las mayores joyas del templo primado, donde se encuentra su sepulcro, junto al de su fiel consejero Vicente Arias de Balboa, rodeado de las maravillosas pinturas italianas atribuidas a Gerardo Starnina y a otro maestro florentino, Nicolás de Antonio. Además, restauró el castillo de San Servando, seriamente dañado por la guerra entre Pedro I y Enrique de Trastámara, y en Talavera construyó hospitales y conventos. Preocupado por la renovación de la Iglesia, protegió a la recién fundada orden de los jerónimos, instalada en Guadalupe.
Pedro Tenorio, un verdadero pontífice. En todos los sentidos.