La Biblioteca de CLM acoge desde ayer una nueva exposición que permite reflexionar sobre la quebradiza frontera entre lo que parece pintura y lo que no lo es. ‘La belleza desgastada de la memoria’, una selección de fotografías que permanecerán hasta el próximo 15 de noviembre en la galería de exposiciones de la última planta del Alcázar, plantea ante todo en el espectador la duda sobre si su responsable es un pintor capaz de condensar el momento o por el contrario se trata de un fotógrafo bien dotado para recrear universos pictóricos. Ni una cosa ni la otra, o bien las dos a la vez.
Ángel Hidalgo Malagón, natural de Urda, es, «entre otras cosas, fotógrafo». Así se define a sí mismo este creador que ayer fue presentado, ante los primeros asistentes a su exposición, por el escritor y profesor Antonio Illán.
Su obra, expuesta desde época reciente aunque ya capaz de saltar por encima del Atlántico -en septiembre de 2010 fue invitado a participar con sus fotografías en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad del Salvador, en Buenos Aires-, ha tenido un recorrido breve pero prometedor, espoleado por testimonios como el de Pablo Sanjurjo, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid (para quien Hidalgo Malagón es un fotógrafo «con mucho talento y sin miedo a mirar las cosas con sus propios ojos»), o Ángel Fernández Andrade. Este último es consciente de que «ha sabido captar el alma de una cama vieja, el misterio de una ventana a ninguna parte o la necesidad de llamar a una puerta cerrada hace muchos años». Habrá que esperar, continúa este último autor, a que este emergente fotógrafo ofrezca una serie de retratos con los que conformar un «retablo manchego», denominación que encaja a la perfección en un autor interesado por la captación de lo trascendente a través de elementos enraizados en la propia tierra. Podría decirse, en este sentido, que Hidalgo Malagón es un fotógrafo capaz de empezar a vestirse por los pies, una cualidad que puede servir de brújula en una profesión donde todo avanza demasiado deprisa. Y contra la fugaz apariencia de los esnobs, de quienes dependen de los mercados, nada mejor que la pintura. O la fotografía que parece pintura. O las manifestaciones que combinan lo mejor de cada una.