El torero Agustín Aroca (Sevilla, 1774) fue ejecutado por soldados franceses cuando luchaba contra ellos como jefe de una partida de guerrilla. Convertido en guerrillero en los últimos meses de 1808, año del levantamiento del pueblo español contra la intereses de Napoleón Bonaparte en la Península Ibérica, el valeroso matador fue capturado en un lugar del Campo Arañuelo cacereño a primeros de diciembre de 1810 y fusilado poco después en Toledo o en un punto sin determinar de la provincia, tal vez en Huecas. La geografía provincial fue un espacio al que también estuvo ligado como torero, como empleado de la Hacienda Pública en la ciudad de Toledo -ocupación en la que se empleó tras la prohibición de las corridas de muerte en 1805-, y como guerrillero en la Guerra de la Independencia.
El extremeño Javier Timón, investigador, profesor de Secundaria y cronista oficial de Belvís de Monroy, ha reconstruido en Vida y muerte del torero Agustín Aroca Castillo la incompleta biografía que El Cossío traza sobre uno de los toreros más destacados de los primeros años del siglo XIX, un diestro cuya carrera en los ruedos interrumpió la prohibición decretada por Carlos IV en 1805 y truncó el posterior estallido de la guerra. El estudio de Timón es el más amplio sobre la poliédrica figura del andaluz y enmienda el error de El Cossío sobre la muerte del torero. El investigador, no obstante, reconoce dos cuestiones importantes en su investigación que no ha logrado responder: la del dato oficial del nacimiento del diestro, al no haber hallado la correspondiente partida de bautismo, y, precisamente, la del lugar exacto y fecha de su ejecución.
EL MATADOR DE TOROS. Aroca era el hijo de un abogado jienense afincado en Sevilla. Superó los primeros cursos de Derecho, pero, tras el fallecimiento de su padre, decidió dedicarse a su gran pasión: el toreo. «El caso de Agustín Aroca, un joven de familia acomodada y con estudios universitarios fue excepcional en aquella época, en la que los muchachos que aspiraban a ser matadores de toros pertenecían, por regla general, a los estratos más humildes de la sociedad», relata Timón.
Antes que maestro, fue banderillero de los matadores Juan Conde y Francisco Garcés. Posteriormente, se convirtió en media espada, un torero que, sin ser el principal, también mataba toros en algunas funciones, y después en segundo espada, a la sombra de toreros con más cartel. Combinando ambas categorías actuó en 1801 en La Puebla de Montalbán; entre aquel año y 1803 también lidió en Madrid, Sevilla, Pamplona o Trujillo. Tomó la alternativa en la principal plaza de Madrid, la que se situaba junto a la Puerta de Alcalá, el 25 de abril de 1803, con casi 29 años. En julio de ese año actuó en la Plaza Mayor de la Villa y Corte con motivo de los Fiestas Reales organizadas para conmemorar los respectivos enlaces matrimoniales del Príncipe de Asturias y de su hermana la infanta María Isabel, lo que supuso la consagración de Aroca como primera figura.
Hasta la prohibición de las corridas de toros dictada en 1805, actuó como primer espada en los más importantes cosos españoles, entre otros, el de Talavera.
El cronista 'Recortes', seudónimo de Bruno del Amo, afirma en la revista El Ruedo que Aroca «no pasó de segunda figura» por su azarosa carrera, una máxima que contradice Timón, quien defiende que fue un torero «serio, completo, seguro, decidido y valiente».
Los sucesos del Dos de Mayo posibilitaron el final de la prohibición: las autoridades afrancesadas permitieron la celebración en Madrid de varios festejos taurinos con motivo de la coronación de José Bonaparte, aunque el rey intruso hubo de huir de manera precipitada con todo su séquito hacia la frontera francesa tras la derrota del mariscal Dupont en Bailén. No actuó Aroca entonces, pero sí en dos de las corridas que organizó la Junta de Hospitales de Madrid cuando aún la capital se hallaba libre de franceses, los días 19 y el 26 de septiembre en funciones de mañana y tarde. Se lidiaron 14 toros de diferentes ganaderías y compartió cartel con el también sevillano Juan Núñez 'Sentimientos'.
Fue en esos festejos cuando Aroca pronunció su célebre brindis contra el enemigo invasor. «Señor corregidor, brindo por usía, por toda la gente de Madrid y porque no quede vivo ni un francés», dijo a la autoridad presidencial.
Según demuestra el investigador extremeño, y al contrario de lo que afirman la mayoría de autores, ese brindis no pudo ocasionar a Aroca represalia alguna por parte de las autoridades que entonces regían Madrid, por estar al servicio de la causa de la independencia; aunque sí contribuyeron a afianzar su fama de hombre comprometido con la defensa de su patria. Tampoco le apartaron de los ruedos, como sostienen los mismos autores: el acicate del sevillano para formar su propia partida junto a su hermano Antonio, mayor que él, fue la entrada de Napoleón en España con su Grande Armée.
EL GUERRILLERO AROCA. Aunque El Cossío data su fallecimiento en 1808, la investigación de Timón demuestra que permanecía vivo dos años después. Diversos documentos originales conservados en varios archivos y rescatados por el investigador prueban la presencia del diestro y su partida entre los puentes del Arzobispo y de Almaraz a primeros de diciembre de 1810. El guerrillero Aroca participó en la guerra contra los franceses en los Montes de Toledo y la comarca de la Jara en los últimos días de 1809 y el inicio de 1810, según una investigación del historiador Álvaro Meléndez.
Timón estima la muerte de Aroca a finales de 1810, poco después de su detención por una partida de descubierta de soldados franceses cerca de Navalmoral de la Mata, tras un combate en el que cayeron varios de sus hombres. Esos soldados estaban bajo las órdenes del general Marisy, entonces jefe de la Comandancia de Talavera de la Reina, hasta donde fue trasladado preso el torero-guerrillero, y luego conducido hacia la capital toledana, donde, tal vez, nunca llegó.
Marisy murió el 1 de febrero de 1811 en Talavera a consecuencia de las graves heridas que sufrió en una emboscada que le tendió, tres días antes, el intrépido guerrillero extremeño Feliciano Cuesta cerca de Talavera la Vieja, cuando el oficial cabalgaba hacia El Puente del Arzobispo desde Trujillo al frente de un pequeño ejército. Esa historia también ha sido publicada por Javier Timón (2014), y puede considerarse la segunda parte de su Vida y muerte del torero Agustín Aroca Castillo.