Entre agresiones y amenazas, la aldea palestina de Susiya resiste a la extrema violencia de los colonos israelíes, quienes tras el estallido de la guerra en Gaza hace casi dos meses aprovechan una nueva ventana de oportunidad para el traslado forzoso de comunidades agrícolas enteras de la Cisjordania ocupada.
«Usan la violencia para expulsarnos, pero esta es nuestra tierra y la de nuestros abuelos, somos fuertes y no nos iremos», asegura Mohamed Nawaja, de 20 años, entre estructuras de plástico y metal que sirven de vivienda a 450 personas en Susiya, en el sur de Cisjordania.
Tras el inicio de la guerra entre Israel y Hamás el 7 de octubre, las agresiones de colonos se disparan y se ceban en poblados rurales esparcidos por este territorio ocupado. Su meta es echar a sus vecinos, quedarse con la tierra y afianzar el control hebreo, aseguran los residentes de las mismas aldeas o grupos de derechos humanos locales.
Solo en noviembre, los colonos forzaron el traslado de 15 comunidades donde vivían más de 800 palestinos y se han registrado más de 200 ataques cometidos por ellos, según datos recopilados por la ONU, que instó a Israel a actuar para acabar con esta situación, por ahora sin resultados.
Estos días, mientras los israelíes son llamados a filas, Nawaja comenta que en Susiya ya no diferencian entre colonos y soldados, y que los que vienen a intimidar o atacar «llevan la misma ropa», un panorama «aún más aterrador».
«La semana pasada llegaron de noche, amenazaron con armas de fuego y ordenaron que nos fuéramos en 24 horas», denuncia el chico, que asegura que ahora «los colonos vienen a diario para romper coches, cortar olivos, destrozar cultivos, atacar casas o causar incendios».
Nawaja, que vive con sus padres y otros cinco hermanos, sufre esta realidad desde que nació, pero ha «empeorado mucho más». También tiene presente la amenaza de que su hogar podría desaparecer, ya que todas las estructuras del pueblo tienen una orden de demolición desde hace tiempo. Según lamenta, a esta situación se suma el aumento de controles y restricciones de movimiento, que hace la vida «muy difícil».
En Susiya, algunos de los accesos al pueblo se cortaron al paso de los coches con grandes piedras estas semanas, y sus residentes están en alerta constante ante la posible irrupción de colonos que tienen sus asentamientos a pocos metros.
A su vez, moverse por las inmediaciones es un riesgo para los palestinos, que han renunciado también a la cosecha de la aceituna por el peligro de ataques en los olivares. «La gente está muy asustada, aquí no podemos hacer nada», agrega Nawaja, señalando los olivos de la zona, donde estos días un vecino trabaja hasta que llegaron colonos. «Se llevaron su tractor y 10 sacos enteros de aceitunas», denuncia.
Punta de lanza
Pero la violencia israelí no es solo en su aldea, sino también en otros puntos de las colinas de Hebrón y la zona de Masafer Yata, donde hace pocos días hubo otro poblado llamado Zaruta que ya no pudo aguantar más y sus habitantes se vieron forzados al traslado. «No paraban de atacar Zaruta», hasta que lograron que sus vecinos -unas 25 familias- dejaran el pueblo, comenta Nawaja.
Según Dror Sadot, portavoz de la ONG israelí Btselem, los ataques de colonos armados que actúan con impunidad, apoyo o connivencia del Ejército o el Gobierno hebreo vienen de lejos, pero ahora «se intensifican para apoderarse de la tierra y judeizar el Área C».
Esta zona, correspondiente al 60 por ciento de territorio cisjordano, está administrada directamente por Israel y es ahí donde se sitúan la mayoría de sus colonias, ilegales según la ley internacional desde el inicio de la ocupación en 1967. Desde entonces, la derecha y ultraderecha en Tel Aviv sueñan con su anexión y los colonos son su punta de lanza. «La comunidad internacional está centrada en Gaza, los colonos lo saben y tratan de seguir su plan de aldea en aldea para desalojar a su gente», indica Sadot.
No es solo parte de su agenda, sino «una política» de Israel, aplicada «por vía oficial confiscando tierras, declarándolas propiedad estatal o zonas de entreno militar», agrega. «El Estado tiene medios oficiales para hacerlo y los colonos el modo no oficial, que es apoderarse violentamente de la tierra», subraya.
En este proceso, alerta Sadot, desde principios de octubre se observa una dinámica en que soldados y colonos parecen actuar prácticamente organizados «en milicias conjuntas». «Muchos colonos fueron llamados al Ejército» ante la guerra y «los palestinos ya no están seguros de quién es quién», zanja.