O hay trasvase o hay Tajo. Da hasta vergüenza escribirlo a estas alturas. Ni para beber ni para regar. En la cuenca del Segura, si se cumple la Ley de Aguas, no es necesaria el agua del Tajo para beber. Sobra. No existen excedentes en la cabecera del Tajo. No existen. ¿Lo escribo mil veces? Y las reglas de explotación, las de antes, las actuales, y las que vengan, se dictan al interés y bajo la tutela de los intereses trasvasistas, en Madrid y levante, manteniendo artificialmente bajos los embalses, y soltando cada vez menos agua hacia el propio río. El Tajo no importa, tanto es así que ni siquiera tendrá caudales ecológicos hasta 2027, y estos serán ínfimos, muy alejados de los que técnicamente ya aprobó la propia Confederación Hidrográfica del Tajo en el año 2010; y estos caudales irrisorios para un río de la enjundia del Tajo, fijados a regañadientes a resultas de cinco sentencias del Tribunal Supremo, gracias a un esfuerzo técnico y jurídico pagado a escote por ciudadanos y ciudadanas de las riberas del Tajo.
El sainete que se escenifica con la comisión que teóricamente discute los caudales, reservas en Entrepeñas y Buendía y esas cosas, vuelve a retratar un tiempo político tan fatuo como absurdo. No podemos trocear al niño, salomónicamente, en dos o tres pedazos, y repartir el botín. Y creo que Castilla-La Mancha no está en las comisiones del Mar Menor o de Doñana. O sí, quién sabe. Que Murcia y Valencia mantengan su posición de prevalencia sobre la gestión del Tajo, el elemento singular que define nuestro territorio, nuestro mayor elemento cultural y patrimonial, lo sigue diciendo todo. Máxime contando con un marco jurídico que emana tanto de la Directiva Marco del Agua, como de la propia legislación española; y con una encomienda explícita al gobierno central por tratarse de una demarcación hidrográfica de ámbito tanto nacional como internacional. El Tajo es el único río de la Unión Europea que tiene limitada por ley la salida de agua hacia su propio cauce en Bolarque. Tanto es así que ni siquiera se llegan a los umbrales límite, porque se 'ahorra' agua cada mes, con cada vez menos usos consuntivos en el propio río; y limitando los caudales circulantes; ahorros que se quedan para trasvasar. Es tan aberrante el modelo de gestión del Tajo, que la cabecera, a efectos de planificación, sigue amputada del propio río. Es la cabecera del trasvase, como indica el Plan especial de sequía, no del Tajo, que no se nos olvide. Y el Plan de cuenca no la toca, porque depende de una ley, la del trasvase… Y así todo el inmenso y delirante aparataje jurídico que tiene constreñido en una camisa de fuerzas al río. El Tajo es un río muerto y estrangulado. Incluso en 2027 lo seguirá siendo. ¿Responsables? Elija.
¿Qué se puede hacer? Poner orden en la gestión del Tajo. Que no siga siendo una hidrocolonia, gobierne quien gobierne en Madrid. Que aquí nos pongamos las pilas de una vez por todas, en Castilla-La Mancha, Toledo, Talavera de la Reina… al menos. Madrid va a lo suyo. Que saquemos de una vez del cajón los planes de gestión, con sus caudales asociados reales y temporales, de los espacios de la Red Natura 2000 asociados al Tajo en su recorrido por Castilla-La Mancha … Y que tengamos claro de una vez por todas que ya está bien, que no sirven más componendas, que hemos perdido muchos años anteponiendo otros intereses a los del Tajo, dejando hacer, utilizándolo como moneda de cambio… Que llevamos 45 años de trasvase y con un río desahuciado. O Tajo o trasvase. No hay término medio.