Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Agárrame esos fantasmas

13/09/2024

Hace poco tuve un debate intelectualmente estimulante. Un sujeto de formación amplia y mejores intenciones me expresó sus dudas sobre el comportamiento moral de Occidente en la guerra de Ucrania. Estaban muriendo miles de personas sin un resultado claro cercano.

Los políticos y los intelectuales suelen menospreciar las consecuencias de las batallas, mientras que los militares capaces despliegan una prudencia patológica hacia la profesión que ejercen. Recomiendo escuchar a los segundos sobre los primeros.

Pasar página es un signo de inteligencia y de buena salud mental colectiva. Los pueblos que se perpetúan en el pasado no conseguirán construir el futuro, ni los que la olvidan o manipulan.

En este conflicto hay varias cosas que se obvian. Hace años, Rusia se comprometió a respetar la integridad territorial ucraniana a cambio de las armas nucleares depositadas en su territorio. El disfrute del puerto militar sito en Crimea por Rusia nunca ha sido cuestionado por Ucrania y habían ampliado el periodo de licencia justamente antes de la primera invasión rusa. Wladimir Putin dijo a todos los líderes políticos europeos que no iba a hacer lo que al final hizo; de hecho, se cree que solamente los chinos sabían lo que iba a pasar.

La dinámica militar tiene vida propia y cuando se acumulan los muertos, la capacidad para el diálogo se reduce. En Occidente hay una élite que desea el final de la guerra, porque quiere volver a la normalidad. Tener energía rusa barata y no gastar en armamento que pudiera ser necesario si las cosas se complican. El problema es que una vez se pierde la confianza se necesitan hechos concretos que justifiquen aceptar soluciones imperfectas. No existen barreras físicas entre Ucrania y Rusia que faciliten líneas defensivas creíbles. Tras las matanzas rusas sobre la población civil, es complicado decirle a Ucrania que acepte un armisticio. Tras la incorporación acelerada de Finlandia y Suecia en la O.T.A.N. resulta cínico decirles a los vecinos de Rusia que el gigante no es peligroso.

Pero Ucrania no debería olvidar que la dinámica militar no puede estar por encima de la estrategia política. Hasta ahora su relato provocaba adhesión y generosas donaciones de material que le permitían defenderse. El territorio ruso no es una línea roja más. Se puede sorprender a Rusia, aunque es más peligroso desconcertar a los aliados. Es lícito atacar las líneas de suministro, pero complicará su mensaje y Rusia es muy grande. Desde luego, nos han sorprendido a todos.