Crónica del rescate crítico y angustioso de Pilar

J.Moreno
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La tenacidad de cuatro guardias civiles y la pericia de los bomberos salvan la vida a Pilar, una vecina de Mocejón a la que la DANA arrastró tres kilómetros. Aguantó tres horas contra la riada

Pilar de Mesa regresó el domingo a Mocejón de sus vacaciones en Alicante. Viajó de vuelta con su marido y sus hijas para estar, por la noche, en el pregón de Villaseca de la Sagra. Es fotógrafa y le tocaba cubrir un festejo. Uno más. Ni barruntaba que su vida pendería de un hilo fino durante tres horas infinitas. Ya de regreso a su domicilio tras cumplir con el oficio, una riada se apoderó de su coche y lo arrastró tres kilómetros hasta quedar empotrado en una acequia. A merced de una tromba de agua que resquebrajaba lentamente la luna como una amenaza de muerte. Sólo la tenacidad de unos guardias civiles, la pericia de los bomberos y el desvelo de su marido posibilitaron un rescate al límite.

Pilar viajaba de vuelta del pregón por el kilómetro 11 de la carretera CM-4001, a un paso de Mocejón. Entonces se percató de que había unos coches detenidos. E inmediatamente una riada zarandeó su coche y lo gobernó. Como un trapo, el turismo emprendió un viaje a la deriva. Pilar avistó enseguida a dos guardias civiles. Los agentes distinguieron los gritos de auxilio y unas señales luminosas.

El jefe del Destacamento de Ocaña, Domingo Javier Maya, y su compañero perdieron de vista el vehículo e intentaron seguir el curso de la corriente con el coche y a pie. Probablemente, repetían en sus cabezas los aspavientos de esa persona que apenas alcanzaban a distinguir entre la oscuridad de la terrible noche de la DANA. Pero no veían ni rastro del coche.

El rescate de Pilar fue crítico en todo momento.El rescate de Pilar fue crítico en todo momento.Era de prever un desenlace fatal. Hacia la una y cuarto de la madrugada, Juan Alberto, el marido de Pilar, se acercó a una patrulla de la Guardia Civil con la ubicación que había mandado por teléfono móvil su esposa. Ambos habían conversado permanentemente desde que la riada arrastró el coche, mientras sus hijas llamaban a emergencias. Pero como en un guion endiablado, la batería se agotaba. Y pasaron a comunicarse cada 15 minutos.

Pilar no se lo dijo, pero temía por su vida. «No puedo», repetía a Juan Alberto mientras el agua se colaba en el habitáculo. El coche había quedado empotrado inclinado contra una acequia en altura, a tres kilómetros de distancia del 11 de la carretera CM-4001. Sin saberlo, la fotógrafa pasó por un paso de evacuación bajo la AP-41 en esa diabólica deriva. La corriente golpeaba con fuerza contra el turismo, cuya luna cedía y amenazaba la vida de Pilar.

Esa patrulla, más Domingo Javier y su compañero, llegaron hasta la ubicación que indicaba el móvil de Pilar. Las luces traseras encendidas facilitaron que avistaran el coche. Pero era imposible llegar. Entonces, intervinieron los bomberos del Consorcio. Se encaramaron a la acequia y soltaron una cuerda para que Pilar saliera con vida en un rescate al límite.

Más fotos:

Pilar junto con los guardias civiles que le salvaron la vida.
Pilar junto con los guardias civiles que le salvaron la vida.
Estado en el que quedó el vehículo.
Estado en el que quedó el vehículo.

Y Pilar salió con vida. Y se abrazó a su marido. Y a los bomberos. Y a los guardias civiles. Entonces, Domingo Javier y su compañero supieron que habían salvado a la persona que agitaba los brazos tres horas antes. Misión cumplida.