En el año 1946, mientras Toledo se restañaba las dolorosas heridas de la Guerra y la Dirección General de Regiones Devastadas reurbanizaba el entorno del Alcázar y comenzaba a configurar el barrio de los Bloques, la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas aprobó una amplia serie de mociones sobre el patrimonio monumental. Alguna de ellas llama poderosamente la atención, bien por su modernidad, bien por la vergonzosa realidad de que Toledo no haya sido capaz de dar solución en setenta años a los problemas del Circo Romano.
El responsable de los informes fue un personaje de gran interés: el historiador del arte Guillermo Téllez González (1897-1972), alumno de Ortega y Gasset, profesor en la Escuela de Artes y uno de los estudiosos de Toledo más perspicaces del siglo XX. Hoy es recordado por muy pocos toledanos, pese a contar con una dedicatoria de azulejos en la Calle Tendillas. Había sido nombrado numerario de la Real Academia en 1943, sumándose a Pedro Román, Clemente Palencia y Julio Pascual, entre otros.
La lectura de sus conclusiones sobre el patrimonio toledano, iniciada el 3 de marzo de 1946 (reunida la institución en sesión ordinaria, en su sede de la Casa de Mesa), fue recogida por el periódico El Alcázar, a donde llegaron los mociones tras haber sido remitidas al Ayuntamiento. La primera de sus demandas fue que «se restaure definitivamente la magnífica reja de San Juan de la Penitencia, ejemplar más típico de la herrería mudéjar toledana, cuya restauración quedó interrumpida, encontrándose la reja en la actualidad desmontada y en lugares distintos, corriendo el peligro de perderse». La soberbia pieza, que no sería definitivamente rehabilitada hasta hace escasos años por el Instituto de Patrimonio Cultural de España, se encuentra instalada hoy en uno de los cruceros del Museo de Santa Cruz. En nombre de todos los académicos, Guillermo Téllez insistía en «la conveniencia de conservar el suelo y lo que queda del patio del indicado convento», algo que también acabaría produciéndose, pues hoy los restos de San Juan de la Penitencia están integrados y conservados en las instalaciones del Conservatorio Jacinto Guerrero. Otros edificios en los que se puso el acento por el mal estado de conservación que presentaban en 1946 fueron el Taller del Moro y la Mezquita de Tornerías, «muy abandonada», así como los restos del Corral de Don Diego, hoy otro conjunto toledano en busca de soluciones.
El informe que más llama su atención en nuestros días, sin embargo, tiene que ver con «la necesidad de que el Circo Romano sea defendido por su actual propietario -el Estado-, vallando su área y acotando suficientemente su perímetro, para que en dicho terreno no pueda haber intromisiones de ninguna clase ni realizarse proyectos de construcciones». La delimitación y su contextualización dentro de la Vega Baja ha sido reivindicada por los sucesores de aquellos académicos, que el pasado 5 de abril aprobaron una moción exigiendo similares conclusiones -algo por lo que ya ha expresado su interés la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando-, así como por la Real Fundación de Toledo.
En posteriores informes, Téllez daría noticia del hallazgo de restos romanos en el municipio toledano de Navalmoralejo (lindero con Cáceres), la realización sin éxito de una calicata en el antiguo Hospital Provincial y del estado -según recogía el periódico El Alcázar- «de varios edificios de Toledo de interés artístico y arquitectónico y su posible mejora, despojándoles de revocos que les afean y dificultan su estudio». Una de estas operaciones, la más interesante, traería consigo el hallazgo de numerosos restos visigodos y romanos en la torre de la iglesia del Salvador.