Durante el último mes y medio se han celebrado dos conferencias sobre el estado de la cuestión de los estudios hispanomusulmanes y la ciudad de Toledo, una en el Laboratorio de Arqueología y Arquitectura de la Ciudad (LAAC) de Granada y otra en la Real Fundación. En la primera de ellas, el arqueólogo Ramón Villa expuso los resultados de más de veinticinco años de investigaciones relacionadas con el ámbito de la vivienda andalusí, mientras que en la segunda los también arqueólogos Rafael Barroso, Jesús Carrobles y Jorge Morín extrapolaron la historiografía sobre el fenómeno hispanomusulmán al conjunto de la ciudad.
En un momento en el que se cumplen quince años desde el prematuro fallecimiento de la historiadora del arte y arqueóloga Clara Delgado Valero (1952-1998), que impulsó los estudios sobre el Toledo musulmán y a quien rinde homenaje desde sus escasos medios la Asociación Tulaytula (antigua Asociación de Amigos del Toledo Islámico), la ciudad debería plantearse si dedica la suficiente atención a la que sin duda resulta la menos conocida y divulgada de las Tres Culturas a las que hace referencia el sempiterno tópico. El reciente cierre de la Mezquita de Tornerías por parte de la Administración regional (acogía la sede del Centro de Promoción de la Artesanía) y la potenciación casi en exclusiva del Toledo judío por parte de la Concejalía de Turismo sitúa al referente musulmán, estudios arqueológicos aparte, como la Cenicienta de las identidades simbólicas toledanas.
No obstante, según destacó Ramón Villa durante su conferencia para el LAAC, pronunciada a comienzos del mes pasado en presencia de Julio Navarro Palazón, del Laboratorio de Arqueología y Arquitectura de la Ciudad (que depende del Consejo Superior de Investigaciones Científicas), el volumen de hallazgos arqueológicos islámicos aparecidos en Toledo en los últimos años es importante y posee relevancia no solamente por lo que conocen los arqueólogos, sino por lo que todavía podría aparecer o por la revisión de diversos clichés que podría producirse a la luz de los resultados de las excavaciones. No conviene olvidar que muchas manifestaciones del Toledo andalusí -como los espacios que han perdurado hasta nosotros fosilizados en el interior de manzanas del Casco Histórico, como sucede en la Cuesta de Santa Leocadia a la altura del número 16- no han recibido todavía el análisis de los arqueólogos a pesar de ser conocidas desde tiempos de Amador de los Ríos, a finales del siglo XIX. Cuestiones como el ‘vacío constructivo del siglo XII’ -la etapa inmediatamente posterior a la reconquista cristiana e inmediatamente previa al desarrollo de la arquitectura mudéjar-, que, según Villa, debió de ser mucho más intenso de lo que suele plantearse, o el supuesto tradicionalismo artístico del Toledo hispanomusulmán (que, en palabras de Julio Navarro, seguía recordando la época taifa cuando sus principios estéticos habían sido superados ya en otras zonas de la Península), son algunos de los planteamientos sobre los que debaten los arqueólogos en sus análisis sobre el Toledo hispanomusulmán.
Prueba de la importancia de algunos de los vestigios andalusíes conservados en Toledo y estudiados por los arqueólogos durante el último cuarto de siglo es la denominada ‘Casa del Temple’, situada en la Calle de la Soledad. Ramón Villa destacó la gran complejidad del conjunto en planta -asociado, además, a espacios próximos en dirección a San Miguel con los que debió de formar un todo unitario de mayores dimensiones- y añadió que el edificio posee algunos muros de mediados del siglo XI, si no anteriores, así como los valiosos aleros de madera sobre los cuales escribió en su momento Balbina Caviró Martínez.