El proyecto de que el Consorcio ha redactado -encargado al arquitecto Manuel Serrado- para el acondicionamiento de edificio situado en la calle Armas, 8, y licitado en la cantidad de 74.200 euros, ha quedado desierto. Por ello, la entidad iniciará un nuevo proceso para adjudicar la mejora de la planta baja de un edificio ya rehabilitado. Este espacio -que ocupa las tres plantas del interior- conserva restos de la muralla árabe del siglo X, muros de ladrillo del siglo XX y cerramientos indeterminados de la envolvente urbana entre los siglos XVI y XVIII. Aparece entre todo ello un fragmento de muralla de la cara que se adosaba a la torre, razón por la que esta heterogénea composición requiere una estructura que lo muestre desde su mismo interior.
Ante esta evidencia arqueológico, por otra parte esperada, el gerente del Consorcio ya confirmó que, efectivamente, el lienzo allí localizado pertenece «a una torre de la primitiva muralla de la ciudad» en la que contemplan «las piedras y sillares» de este elemento defensivo.
Por ello, y una vez rehabilitada la fachada y la cubierta del inmueble, Manuel Santaloya avanzó que la adecuación interior de este espacio se abordaría con «una intervención más específica de integración y adaptación» dependiendo del fin último de este lugar -ya sea por parte del Consorcio como por quien pudiera alquilarlo- que, por supuesto, respete «los restos aparecidos».
La muralla a través de un 'artilugio' - Foto: VÁctor BallesterosDe ahí que el objetivo sea poner en valor, en el vacío del edificio existente, los fragmentos de muralla, semi cubiertos por el tiempo, por las sucesivas construcciones y destrucciones. Bajo esta premisa, el autor del proyecto de intervención propone «hacer el espacio, el vacío de tres plantas, simplemente transitable en la medida de lo posible», construyendo, al hacerlo en el siglo XXI, otro habitante, «esta vez desmontable y reversible».
Estructura soporte. Serrano plantea la instalación de una estructura soporte que ocupará las tres plantas del interior de manera independiente a los paramentos y estructuras existentes. Y lo hace a través de «una superposición de prismas de acero, con suelos acristalados» mostrando, así, la diferente estructura del nuevo espacio creado en relación al contenedor.
Las escaleras, con peldaños también acristalados, acercarán en su recorrido a la piedra que formaba la muralla, siendo el suelo de la planta de acceso de madera enrastrelada apoyada sobre soportes de acero. El subsuelo está hueco bajo esta tarima, por lo que a partir del arranque de la escalera y dejando a la derecha los restos de la torre, el suelo iniciará un suave descenso hacia la muralla, pero este suelo nuevo no llegará a tocarla.
Las paredes, a excepción de los restos arqueológicos que se mostrarán enmarcados, se trasdosarán con placas de yeso sobre rastreles metálicos. Se trata, sita Serrano, «de un gigante passe-partout que nos ayuda a entender que es lo prioritario en este espacio, en esta fisura urbana en el siglo XXI».
No en vano, las instalaciones se han proyectado para tener la menor presencia posible y la mayor versatilidad. En lo que se refiere al acceso desde la calle Armas, se modifica la actual puerta para dotar de una mayor visibilidad el interior para conseguir una accesibilidad perceptiva que facilidad el acceso.
La planta baja es en resumen, la planta de acceso y acogida, por lo que la primera planta se plantea como lugar didáctico, con la instalación de dos paneles explicativos de la muralla. La tercera planta se considera de usos múltiples y contiene un aseo y un oficio.