El presidente de la Fundación Greco 2014, Gregorio Marañón, retomó ayer a preguntas de los medios el proyecto para que el Museo de Santa Cruz sea en un futuro el Museo Nacional del Greco. Ahora, cuando ya han pasado las grandes citas culturales del año con Doménikos Theotocopoulos como protagonista y Toledo como escenario, el presidente de esta Fundación responsable de la capitalidad cultural de la que ha gozado la ciudad en los últimos doce meses defendió la iniciativa como un anhelo que pronto «se podrá conseguir».
«¿Tiene sentido o no?», se preguntaba Marañón, para dar una respuesta firme: «Cada día estoy más convencido, la idea está ahí y Toledo tendría la primera colección de grecos a nivel internacional siempre y cuando se integren las colecciones», entendiendo que a los fondos del Santa Cruz se sumarían los lienzos del Museo del Greco.
El responsable de la Fundación Greco 2014 recordó que poner en marcha el proyecto «es muy fácil», convencido de que este proyecto podría tener resultados positivos para otras zonas del Casco, como la Judería, ya que el actual Museo del Greco, dijo, podría convertirse «en una de las más grandes reliquias de la Judería toledana» como referente turístico internacional.
Además, quiso mostrar respeto a los diferentes debates que ha generado la idea de unificar los grecos toledanos en el Santa Cruz, convencido de que habido una «respuesta cívica limitada de protesta» respecto a este hipotético traslado a un museo de titularidad nacional, pero bajo gestión autonómica. «Hasta ahora ha sido como predicar en el desierto», indicó.
Limitaciones. La Casa Museo del Greco responde a un nuevo modelo de exposición que tuvo sentido en pleno siglo XX, cuando el segundo marqués de la Vega-Inclán adquirió la casa de Samuel Leví y reconvirtió este espacio del Tránsito en galería de arte. Ese proyecto ya no se corresponde con las exigencias de un museo en torno a la figura y obra del cretense, carece de vigencia y goza de limitaciones, «no tienen salas o espacios y cuentan con un aforo de visitas limitado», argumentaba Marañón, convencido de que la talla del Greco después del centenario «es diferente a la que tuvo hace cien años».