El hallazgo la pasada semana de dos bóvedas del sepultado anfiteatro romano de Toledo en un solar en obras de la calle Honda, en el barrio de las Covachuelas, ha puesto encima de la mesa el debate de qué se debe hacer con los restos.
A seis metros de profundidad, con sensación de tener continuidad bajo tierra, las bóvedas se encontraron fortuitamente al perforar una zapata de cimentación. Se trataba de los primeros trabajos de construcción de una vivienda unifamiliar que ahora está en el aire.
El arqueólogo de la propiedad, Javier Peces, es consciente del valor de los restos, pero pide a la Junta que actúe con la máxima celeridad toda vez que el damnificado, el propietario, no tiene posibilidad económica de hacer frente a una larga paralización de los trabajos.
El anfiteatro romano de Toledo es similar al de SegóbrigaAhora, los responsables de Patrimonio de la Junta de Comunidades son los que tienen que decidir qué hacer con los restos, con las obras y con el solar en cuestión.
Hacer algo similar a lo realizado con el teatro romano de Cartagena parece una quimera, porque el edificio toledano, de conservarse, tendría el doble de tamaño. En la ciudad murciana se trataba de un barrio degradado, se contó con financiación privada y se dieron unas circunstancias muy especiales difíciles de que confluyan en Toledo.
Así pues, la mayor parte de los especialistas consultados por La Tribuna parecen decantarse por buscar una convivencia entre los restos y la futura vivienda; sin descartar tampoco que se cataloguen, se protejan con geotextil y se cubran de hormigón.
El plano de Paz+Cal fue publicado en la monografía del Consorcio sobre las termas imperiales de Toledo en el artículo Toletum Thermae. - Foto: Paz+CalRebeca Rubio, decana de la Facultad de Humanidades y una de las mayores especialistas en el Toledo romano, destaca la importancia del hallazgo, aunque resalta que no es tan descubrimiento toda vez que se sabía ya con certeza que el anfiteatro estaba bajo la calle Honda.
«Es una pequeña sección del anfiteatro y gracias a ella, con estudios, se podría saber la extensión del graderío. Es un descubrimiento muy importante porque nos permite documentar restos in situ y eso nos puede dar mucha información: orientación, altura, dimensiones, ubicación de la arena...», explica Rebeca Rubio, que también tiene muy claro que si se optara por esta opción de conservación «hay que apoyar al propietario».
Las administraciones están de momento en fase de estudio, pero por lo que se sabe hasta la fecha no se descarta nada. Por eso, no es extraño que a los toledanos les surja la duda de si el anfiteatro tiene verdadero potencial.
En el siglo XVII, el sacerdote Cristóbal Lozano, en su libro ‘Los Nuevos Reyes de Toledo’, hacía referencia al anfiteatro diciendo que el barrio de las Covachuelas tomó ese nombre «por las muchas cuevas que allí hubo y que cada día se descubren», procedentes de la estructura romana. Además, apuntaba a que tenía «catorce gradas en contorno», un tamaño considerable que, pese a todo, está más que en duda.
Y es que, los estudios del anfiteatro romano de Toledo lo sitúan como uno de los más pequeños en extensión de Hispania, con un aspecto similar al de Segóbriga, conservado hasta nuestros días.
Rebeca Rubio, en su trabajo ‘El circo romano de Toledo y la Vega Baja en época romana’, reseña que el anfiteatro ya es situado en la calle Honda tanto por Amador de los Ríos padre como por su hijo, a mitad del siglo XIX, así como por el geógrafo Alfonso Rey Pastor en 1932, «en una zona con excelente accesibilidad y aprovechando el pronunciado desnivel natural del terreno para apoyar las gradas de más de la mitad del edificio». Rey Pastor fue más allá y planteó unas posibles dimensiones del edificio, situándolo en unas medidas máximas «de 80x50 metros».
Además, hay que destacar, de cara a encontrar más restos en la zona, que en 1906, tal y como indica el investigador Mariano Maroto Garrido en su obra ‘Fuentes documentales para el estudio de la arqueología de la provincia de Toledo (1991), se procedió a la voladura de muchas partes del anfiteatro que provocaron el desplazamiento de grandes piezas que, con posterioridad, se han ido descubriendo por la zona.