Amira nació en verano y el calor no consiguió calmar su llantina, «presagio de una energía férrea que se agarraba a la vida con toda la intensidad del universo». Así describe Pilar Cabrera al personaje central de su novela en sus primeras líneas. Un bebé que con el paso del tiempo se transformará en una joven valiente, obligada por las circunstancias de la vida a ejercer como traductora en el anonimato, ya que se trataba de una profesión masculina en la Baja Edad Media.
Su padre despedía a Amira cada mañana con un beso en la frente y ella apenas abría los ojos para desperezarse en ese adiós matutino que un día se vino abajo a causa de una repentina ceguera. Desde ese momento, la protagonista se hace cargo de su familia ejerciendo de traductora en un momento histórico crucial, durante el reinado de Alfonso X ‘El Sabio’, un polifacético monarca que impulsó la Escuela de Traductores y estuvo muy ligado al ámbito cultural.
Pilar Cabrera, autora de ‘La traductora de Toledo’, se ha atrevido, de la mano de la conocida editorial Almuzara, con una novela histórica centrada exclusivamente en la ciudad de las tres culturas, en sus callejones, rincones, costumbres y religiones para ofrecer las vivencias de una familia y tejer historias a su alrededor que contextualizan una época de marcado esplendor cultural.
«Es la primera vez que me lanzaba a escribir. Me dedico a la enseñanza de Lengua y Literatura y me llamaba la atención la Escuela de Traductores». La autora se puso a profundizar en el tema, como suele hacer cada vez que lee un libro, y vio necesario dar voz a esta institución tan singular que se asoma poco a los libros educativos a pesar de su importancia. Pilar comenzó a pensar en personajes y esbozó el de Amira, una chica joven, para protagonizar este primer proyecto que buscaba el sello y el apoyo de una editorial importante «para saber si lo que escribía valía o no».
Toledo también se convirtió en un importante descubrimiento para ella. No conocía la ciudad y tuvo que organizar una visita para empaparse de lugares, monumentos y localizaciones que acompañan a esta familia de ficción que se rodea de personajes históricos que cobran vida y a los que ha intentado tratar «con mucho rigor». Incluso subraya que ayudan a que los novelados también salten del papel.
«Había escuchado mucho hablar de la Escuela de Traductores, pero no sabía el acervo cultural que tenía y que no se conoce, que no se plasma en los libros de texto ni llega a los alumnos de Secundaria y de Bachillerato».
El proyecto. La autora siempre ha sentido predilección por la novela bizantina, las fábulas, leyendas y cuentos de distintas épocas, pero la colección de relatos de ‘Calila y Dimna’ pusieron la guinda y, a su vez, punto de partida para pensar en escribir una novela. El siguiente paso fue comunícaselo a su hijo hace casi tres años y sentarse a dar forma al proyecto en sus ratos libres.
Pilar ha contado con la ayuda del guía turístico toledano Felipe Vidales, al que llamó para que le mostrara Toledo y de ahí surgió una solidaria colaboración. Ella comentaba «unas pinceladas» de lo que buscaba para situar a los personajes y él la conducía hacia una calle, una casa en concreto, una iglesia o una sinagoga, según pidiera la trama. «Me he enamorado de la iglesia de San Román», explica la autora sin desvelar más «de uno de los capítulos más bonitos del libro».
Suele decirse que la literatura engancha y el folio en blanco más aún una vez que se prueba. Y a Pilar le pasa, sigue sentándose a escribir su segunda novela histórica, con una intrigante acción que transcurre en Europa y América.