Las carmelitas descalzas que llegaron en 2006 a Toledo procedentes de la localidad leonesa de Grajal de Campos se trasladan hoy oficialmente del convento de las Capuchinas al que fundara Santa Teresa de Jesús en la ciudad, cercano a la puerta del Cambrón. La mudanza de sus últimas veinte moradoras implica el cierre de la que ha sido su casa de vida contemplativa durante los últimos 13 años.
El convento de las capuchinas, situado en la plaza de las Tendillas, uno de los más desconocidos y ricos de los que alberga el Casco histórico de la ciudad, se queda sin vida como ya ocurriera con los de Santa Clara y Santa Úrsula, clausurados en 2016.
La decisión del traslado se debe a una cuestión de fuerza mayor ya que las carmelitas descalzas que hoy se trasladan han querido evitar el cierre de la quinta fundación de Santa Teresa de Jesús, ya que han sido las hermanas de esta orden que lo habitaban las que han sido trasladadas a otros conventos de los que dispone la congregación debido a su avanzado estado de salud.
Fachada del convento de las Carmelitas Descalzas. - Foto: Huertas FraileToledo, ciudad que ‘vende’ sus conventos como una de sus señas de identidad, contaba con 23 conventos existentes en el año 1787 Hoy sólo quedan 13 tras el cierre del convento de las Capuchinas en los que viven poco más de 150 religiosas. En el siglo XIX, el censo superaba las 450, según los datos aportados el año pasado por el profesor José Carlos Vizuete.
La llegada de las carmelitas de Grajal de Campos no pacífica, ya que estuvo envuelta de polémica porque su marcha de León generó un rosario de pleitos, querellas y manifestaciones en Toledo puesto que se las acusó de traerse a la capital regional tres tallas de gran valor, incluido un Cristo Yacente que procesionaba en Semana Santa de Grajal de Campus. Una Inmaculada y un San José fueron otras de las tallas envueltas en la polémica.
Surge aquí uno de los principales problemas vinculados al cierre o al traslado de órdenes religiosas de unos conventos a otros: el patrimonio que atesoran, que, en la mayoría de los casos, no está inventariado ni catalogado. Ni siquiera hay constancia de si el patrimonio de las Capuchinas, sus moradoras hasta 2006, sigue en Toledo o se encuentra en Granada, ciudad donde se halla la Casa Madre de esta Congregación. Y eso que la Ley de Patrimonio impide que las piezas salgan del lugar de donde fueron concebidas, aspecto éste que cocha con el derecho canónico y derecho civil, que reconocen a las ordenes religiosas la propiedad de lo que hay que sus conventos y monasterios.
un gran desconocido. El convento de las Capuchinas es un gran desconocido, pero es uno de los más ricos de Toledo, ya que cuenta con infinidad de piezas de gran valor, entre ellas un soberbio paño de la Verónica de El Greco, que pudo contemplarse en la exposición ‘El Greco: arte y oficio’, obras de Alejandro Algardi o una Inmaculada Concepción de Claudio Coello.
El cardenal Pascual de Aragón, que fue virrey de Nápoles e inquisidor general mandó su construcción en 1666 y allí se encuentra enterrado. «Habría que saber qué ha pasado con el lote fundacional de Pascual de Aragón», se pregunta Carrobles.
El convento de las Capuchinas es la obra más personal de Bartolomé de Zumbigo y Salcedo, que llegó a ser arquitecto mayor de la Catedral de Toledo.
La obra de la iglesia estaba terminada en 1671. En el centro de su sobria fachada se colocó una de la joyas del monasterio, la imagen de la Inmaculada Concepción del escultor madrileño-portugués Manuel Pereira realizada en piedra de Colmenar . El interior de la iglesia tiene forma de cruz latina con cúpula en el crucero.
En el presbiterio, frontero al coro de las monjas, se encuentra la capilla del Cristo de la Expiación con un bellísimo retablo de ricos y raros mármoles.
Aunque de difícil acceso, bajo la iglesia se encuentra la cripta donde reposa el cuerpo de Pascual de Aragón. Junto con el del cardenal se encuentran los restos de Luis Antonio, conde de Teba.
Pieza única del convento es el pequeño claustro de dos pisos, sostenidos por una serie de arcos. Lo que hace a este claustro único son las pinturas que adornan sus muros encalados. Son figuras de monjes y monjas que se pintaron en las esquinas y que simbolizan las virtudes que debe guardar toda buena religiosa de las que llevan su símbolo en la mano.
Otras salas especialmente importantes son la Sala Capitular presidida por un retablo de mármol gris, restos de los que se hicieron en la iglesia. Adornan sus muros un sinfín de esculturas y lienzos.