Manuel Pimentel, editor y escritor, llega hoy a Toledo para presentar uno de sus últimos trabajos, el libro ‘Arqueomanía. Historias de la arqueología’ (Almuzara, 2019), que ha escrito junto a Manuel Navarro. La obra traslada al papel muchos de los temas tratados en el programa de televisión ‘Arqueomanía’ de La 2 de Televisión Española, incidiendo en el hecho de que la arqueología es una ciencia apasionante que une el rigor con el misterio y la aventura.
Tras haber sido ministro de Trabajo y Asuntos Sociales entre 1999 y 2000 durante el gobierno de José María Aznar, Pimentel está ahora centrado en el mundo del libro con su editorial ‘Almuzara’ y en potenciar la divulgación. Hoy, a las 19:00 horas, estará en el Museo de Santa Cruz hablando de historia y, sobre todo, arqueología.
Después de un periplo televisivo y muchos programas documentales después, ‘Arquomanía’ se transforma en un libro. ¿Con qué formato se queda?
Son complementarios. Me quedo con la divulgación arqueológica. La arqueología es también, aparte de conocimiento y huella de la historia, emoción. La verdad siempre esconde secretos y es una evocación. Y todo ese hace que la arqueología sea una ciencia muy amena que me encanta divulgar, tanto en televisión como ahora en un libro.
Yo como editor y escritor no puedo esconder que tengo una predilección por el libro, pero la televisión es muy poderosa y también, por qué no, muy instructiva.
Habla en su libro de enclaves como Atapuerca y Altamira y trata temas por usted muy estudiados como los santuarios tartésicos o los príncipes íberos, pero, ¿se atreve a quedarse con algún yacimiento o tema por encima de todos?
Me es muy difícil quedarme solo con uno... aunque a mí personalmente me produce mucha emoción el tema de la pintura rupestre. Las cavernas son las grandes catedrales de la antigüedad y fueron visitadas durante miles de años. Hay cuevas con pinturas en un mismo panel, respetándose la una a la otra, con diferencias de 20.000 años, que han llegado perfectamente hasta hoy siendo visitadas ininterrumpidamente por millones de personas. Eso produce una gran emoción, aunque cada momento tiene su gracia y, lógicamente, la tarea de un divulgador es sacar la historia, la leyenda o el dato que nos puede interesar a día de hoy.
¿Cómo ve el panorama de la divulgación en España? ¿Y el de la arqueología?
Yo creo que estamos viviendo en un momento especialmente interesante. A la gente le gusta saber, conocer… y creo que divulgación, y no solo la arqueológica, sino la científica o la histórica, goza de muy buena salud. La gente consume documentales, libros, podcast... Tienen la curiosidad a flor de piel. Por lo tanto, corresponde a la divulgación llevar ese conocimiento, de una forma seria y razonable, a una población que queremos aprender todos los días más.
Y muy de la mano de los profesionales, por ejemplo, de la arqueología, que son los que van sacando a la luz esas joyas que luego hay que divulgar.
Sí, claro. Nuestro programa ‘Arqueomanía’ cabalga de la mano del conocimiento de los arqueólogos. Son ellos los protagonistas. Los que cuentan sus teorías. Nosotros simplemente ponemos micrófono y procuramos contar los de unos y otros. De hecho, el programa no tiene una línea editorial en cuanto a que se defienda una única postura arqueológica, sino que cuando hay controversia, algo que es muy común en el mundo de la ciencia, todas las hipótesis son escuchadas al objeto de trasladar con respeto el debate.
El tema de la edición de libros, ¿cómo va?
Es una actividad pobre en los números, porque se venden los libros que se venden, pero no va mal.
Hemos tenido una etapa muy mala, cuando llegó la crisis, pero llevamos varios años que el consumo de libro crece. Lentamente, pero crece. Y si tenemos en cuenta que ahora está el ebook, que va por su cuenta, pues el sector editorial está estable al alza,
Ve esperanza, por lo tanto.
No está boyante, pero el libro ha pasado ya su gran crisis y pueden venir tiempos de mayor recuperación.
Llega a Toledo para presentar su último libro, ¿qué le evoca esta ciudad?
Antes de la evocación me produce sensación. Un placer, porque es una ciudad que sigue siendo bellísima. Y ahora es además de las veces que más bonita la estoy viendo.
Luego, además, evoca antigüedad; y muy remota. Es una ciudad que se retrotrae en el tiempo. Y también destaca por su geografía. Ese río escarpado, esa elevación, ese cruce de caminos... hace que sea una ciudad que se hunde en el tiempo. Entrelaza belleza e historia, y siempre es una visita que deja huella.
Si tuviera que quedarse con un periodo de la historia de Toledo, ¿cuál sería?
Su periodo más mítico es la convivencia de las Tres Culturas. Es verdad que es muy mito, que está llevado a la literatura, pero aún así sigue siendo un periodo muy perceptible, que se deja notar en la arquitectura, que ha marcado a la ciudad. Hasta el punto de que Toledo aún gira sobre esos mismos elementos.
Tiene un periodo andalusí muy brillante, el Reino Visigodo fue muy importante, pero yo me quedo con ese periodo de las Tres Culturas.
Conoce la situación del yacimiento de Vega Baja. No se ha hecho nada en 13 años y tiene mucho potencial, ¿qué le parece el tema?
Hace años grabamos en el yacimiento de Vega Baja. No soy consciente de la problemática que tiene actualmente, pero sí de su importancia para entender el Reino Visigodo de Toledo y no solo lo que fue la capital, sino lo que fue la cultura visigoda en la Península. Es una yacimiento de primerísima entidad en donde, por ciento, lo visigodo se entremezcla con lo romano.
Al margen de la historia y los libros, ¿la política es una faceta ya pasada en su vida?
Sí, hace tiempo que está cerrada. Yo viví la política con mucha intensidad, con mis errores y mis aciertos. Me dediqué a ella con toda mi buena voluntad, pero ya la cerré. La sigo intelectualmente, porque me parece importante. El debate que vivimos me parece apasionante, pero lo veo desde fuera.
¿Y qué le parece la actual situación política?
Es la que hemos querido los españoles. Para eso hemos votado. A mí personalmente me puede gustar una opción más que otra, pero mi experiencia me dice que cuando un partido coge el Gobierno se atempera. No es lo mismo predicar que dar trigo. No es lo mismo prometer que presupuestar. Por eso, supongo que algunas de las grandes ideas que se han ido lanzando en mítines pues se sosegarán, porque hay que cumplir los requisitos de Europa, ir pagando los presupuestos… Que haya un gobierno de izquierdas me parece legítimo. Es lo que se ha votado y no hay nada más que decir. Pero me preocupa muchísimo el factor del independentismo catalán. Va a introducir un elemento muy complicado y muy delicado, y es ahí donde yo sí que veo realmente un elemento de peligro. Veremos lo que ocurre.