Rafael Cabanillas Saldaña es una de las voces más interesantes que hay ahora mismo en el panorama literario español. Cuando aún está caliente la sangre de Quercus, escribe y presenta Enjambre, segunda entrega de una trilogía no buscada, pero necesaria como pocas. Vuelve Rafa a ser el trueno sordo de los Montes de Toledo, a poner sobre la mesa las tripas y las vísceras de las cosas, a llamarlas por su nombre y a perfumarlas de aliento poético que alcanza, penetra, hiende el alma de quien lee y observa. Ese es el milagro auténtico de este toledano sexagenario, que ha destapado el tarro de sus esencias cuando la madurez platea los pensamientos y los hace verbo para salir en manada.
Rafa presenta de nuevo a un antihéroe, el Tiresias, pobre pastor ciego perdido por Anchuras con sus cabras. Feo, corto y sin nada más que los montes, lucha por sobrevivir en un mundo hostil que le ha dado la espalda, a él y a sus padres, en una tierra Enjambre, abandonada de miel y niños mucho tiempo atrás. Se abandonaron primero ellos en el pueblo, con dos familias que ni siquiera hablaban entre sí por odios atávicos. Y luego la vida fue expoliando lo que restaba hasta quedarse el Tío Remigio, padre del Tiresias, en el poyo de una puerta arreglando cachivaches para que la vida pasara de largo y no viniera a joderlo a más. Ahí se me cayó el libro entre las manos, creyendo ver a mi padre.
Enjambre es el retrato duro de lo que somos y de dónde venimos. Todos somos Tiresias, con nuestra discapacidad a cuestas, a los hombros largos de un destino que no vemos, junto a los miedos siderales que esconde una radio con pila de petaca. Porque esa es otra. Enjambre es la novela de la radio, la más hermosa escrita en torno a ella y mira que se han escrito cosas. Sophía Byker, la locutora, la mujer que enamora al Tiresias Desde la distancia te quiero, haciéndolo cambiar de hábitos y costumbres para ponerse a su altura. Tiresias la quiere, la mima, la escucha, se arroba, va con ella a la cama y duerme pensando que es ella quien le cuenta al oído las historias de Scherezade. Son las mil y una noche de Cabañeros transidas por la berrea de los irredentos.
Enjambre es en fin un canto hundido a la felicidad perdida, a superarse a sí mismo y vencer los miedos que nos circundan. Las líneas que Rafa dedica a los momentos en que Tiresias duda o no en llamar al programa de radio son verdaderamente asombrosos… Qué habilidad la del narrador para entrar y salir de sus protagonistas y enfrentarlos a su espejo, ese espejo donde el Tiresias se veía desaliñado, roto y perdido al otro lado de las gafas y la miopía. Porque Tiresias, como el adivino, era medio ciego. Y porque un ángel en sueños le dijo a su madre que así se llamaría en el mundo. Un cuento largo de deliciosas texturas.
Leer Enjambre este otoño es encontrarse con uno mismo, con esa primavera invertida que ya adelantó Cabanillas en Quercus. Creo que tenemos entre nosotros a un escritor de altura, de los que pueden entrar en los libros de literatura, al dar voz al pueblo, a la sierra callada, a lo que ya nadie quiere y olvida. Triste paradoja la de esta tierra, llamarse Enjambre y estar vacía, dice al inicio del relato. Su escritura es la prolongación natural de Cela, Delibes, Saramago… Y hasta de Cervantes pasmado en el mayor antihéroe que vieron los tiempos y que es el Quijote. Enjambre me ha reconciliado con la radio y lo más importante, con la propia nobleza de la vida.