60 años de la tragedia del ferrocarril en Los Palancares

Jonatán López / Cuenca
-

Este año se cumple el 60 aniversario de la tragedia del ferrocarril en la estación de Los Palancares, que provocó cinco muertos y 36 heridos y causó una gran conmoción en Cuenca

Salida del túnel de Los Palancares, donde se produjo el siniestro hace 60 años. - Foto: Reyes Martínez

El próximo 7 de noviembre se cumplirán 60 años de uno de los sucesos más aciagos y desgarradores que ha sufrido Cuenca en su historia. Un desgraciado accidente de ferrocarril se cobró la vida de cinco personas, dos de ellos menores de edad, y ocasionó 36 heridos –14 hombres y 22 mujeres y niños–. El fatal siniestro ocurría sobre las cinco y media de una tarde gélida, junto a la estación de Los Palancares.

Los más viejos del lugar aún recuerdan las horas tensas y dramáticas que se vivieron en la capital, en Cañada del Hoyo y en varias localidades de la línea donde pararían los cerca de 50 viajeros que se habían subido en el convoy que partía a las cuatro de la tarde de Cuenca. Javier García, vecino de Cañada e hijo de un trabajador de Renfe que ese día viajaba en el tren, cuenta que su padre, Emiliano, «nos contó durante su vida como ocurrió. Venía de viajero en el tren, desde Cuenca y tuvo que ayudar a sacar a la gente del túnel».

La excesiva carga del tren mixto 6.626 –25 vagones de mercancías y uno de viajeros– hizo que el convoy se detuviese en el interior del túnel de Los Palancares, a escasos 500 metros de la salida. La pendiente –este es el punto más elevado de la línea Aranjuez-Valencia– y la longitud del conducto –2.300 metros– fueron determinantes. La locomotora «se quedó atascada en el túnel», no pudo con el peso o no entró con la suficiente fuerza como para remontar la subida. Inmediatamente, el maquinista y el fogonero hicieron todo lo posible para reemprender la marcha, pero los gases de azufre y dióxido de carbono ya se habían apoderado de la oscura galería. «Había gente de Cañada, de Arguisuelas y de Carboneras», dice el hijo de Emiliano, que menciona que en 2010 la Federación de Amigos del Ferrocarril de Castilla-La Mancha colocó una placa en Cañada, recordando el suceso.

la crónica de ‘ofensiva’. Cuenta la vívida crónica de Eduardo Bort, redactor del Diario Ofensiva, que los dos operarios que viajaban en la locomotora fueron los primeros en sufrir los efectos de los gases. En el vagón de pasajeros, situado justo detrás de la locomotora, viajaban los pasajeros, entre ellos el capitán de la Guardia Civil, Fernando Sánchez, que junto con dos guardias que le acompañaban, el jefe del tren, Hipólito Pérez, y varios operarios, comprobaron que maquinista y fogonero se hallaban tumbados e inconscientes. No había tiempo para poner la locomotora de nuevo en marcha y desenganchar los vagones de mercancías para salir cuanto antes del túnel.

Ya era demasiado tarde. «En el interior del vagón de pasajeros», describe, «un niño había fallecido en los brazos de su madre. A su vez, la madre perdía el conocimiento y su esposo, impotente para resolver la situación, prorrumpía en quejidos lastimeros».

Con toda la premura posible, se dio aviso a la estación de Carboneras de Guadazaón para que se desplazase una máquina que logró sacar el convoy hasta la estación de Los Palancares. Allí se colocaron a los intoxicados, «como fardos en las vías», y la sala de espera fue habilitada para los primeros auxilios. «Algunos respiraban, otros no y algunos más habían perdido la vida, imposibilitados de sobrevivir a la atmósfera y la asfixia producida dentro del túnel».

En pocos minutos llegaron el gobernador Civil, Eladio Perlado, y el alcalde de Cuenca, Bernardino Moreno, amén de otras personalidades civiles. «A la entrada de la estación, en la parte derecha, había dos niños muertos, tendidos en el suelo, cubiertos con una toquilla de lana. Una niña de unos dos años de edad, gordita rolliza, todavía con los colores en su rostro de angelito (…). Llevaba un vestido blanco y unos zapatitos del mismo color», contaba el redactor de Ofensiva. La niña fue identificada como Felicitas López. El niño, de la misma edad, no pudo ser reconocido en el momento. Días más tarde se descubrió que sus padres, heridos por asfixia, habían sido trasladados al Hospital de Santiago. Se enteraron del fatal desenlace cuando fueron dados de alta.

Los otros tres fallecidos fueron el mozo del tren, una muchacha de tan solo 19 años y Ángel Ibáñez, un joven de Mira que tiró de arrojo para sacar a varias personas del vagón y evitar que la cifra de fallecidos fuera superior.

Mientras Fortunato García, párroco de La Melgosa, daba la extremaunción a los fallecidos, los 26 intoxicados –algunos de ellos inconscientes– eran trasladados de urgencia, en coches, hasta la Casa Socorro y el Hospital de Santiago. Entre ellos, varios niños de corta edad que lloraban sin cesar buscando a sus progenitores.

Los servicios sanitarios y las monjitas del hospital se volcaron para atender a heridos y a los familiares que llegaban con gran nerviosismo para comprobar si estaban o no en la lista de viajeros involucrados en el fatal accidente. Los heridos mejoraron, gracias a la rápida actuación, y fueron dados de alta progresivamente en las siguientes horas y días.

La capital vivió unos días de pesadumbre e intenso dolor. «A pesar de que las víctimas no eran locales, Cuenca ha vivido una jornada luctuosa y se ha hecho eco del dolor de los parientes afectados», contaba el redactor de Ofensiva Ernesto de las Heras.