Hoy ingresa oficialmente en la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. ¿Qué supone para usted?
Es un gran honor y de alguna forma es el reconocimiento a un trabajo y un aliciente porque significa que podré dedicarme más a Toledo, a su cultura y su patrimonio. Estar en la Academia es un marchamo, una exigencia y un compromiso con la ciudad.
¿Cómo se ha preparado el discurso de ingreso que ofrece hoy?
Voy a hablar del cardenal Victoriano Guisasola, un personaje muy desconocido en la historia de Toledo y en la de España, aunque es una de las figuras del catolicismo español de principios del siglo XX más avanzadas. De hecho, cuando muere le ponen en comparación con algunas figuras de Gran Bretaña y de Estados Unidos y le llaman el cardenal demócrata. Cuando vino a Toledo traía un compromiso muy fuerte con el catolicismo social y terminó creando en pocos años una red de sindicatos agrarios que es casi completamente desconocida y está sin explorar. Es un personaje que llevo trabajando algún tiempo.
¿Habrá una biografía en el futuro?
Sí. Estoy trabajando en ello porque el año que viene es el centenario de la muerte de Guisasola y me pareció que podía rellenar esa laguna histórica con este trabajo. El discurso para la Academia no va en la misma línea que el libro porque trato otros temas, como su mecenazgo cultural porque en estos momentos se creó la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas, él fue académico honorario y la impulsó mucho.
¿Cómo definiría la Academia como institución?
Es un ámbito de salvaguarda y de defensa del patrimonio histórico, artístico y cultural. El objetivo es la conservación, la defensa y el fomento de todo ello. A veces, en Toledo tenemos un problema porque nos quedamos en una ciudad museo, pero la ciudad debe ser algo vivo y Toledo tiene que seguir generando cultura y patrimonio. No ha habido grandes aportaciones al patrimonio contemporáneo, aunque es difícil realizarlas de la envergadura de otros tiempos, y en la medida de lo posible tiene que seguir generándolo. Sin embargo, en el ámbito cultural hemos avanzado muchísimo. Y siendo la capital de la región habría que apostar por hacer obras de calidad artística para que dentro de unos siglos sí formen parte del patrimonio de la ciudad.
¿Cree que la Academia tiene que estar más en contacto con la ciudad, abrirse más para darse a conocer?
Es algo que ocurre con todas las instituciones y la ciudadanía. Es preciso un conocimiento mutuo y mayor interacción. La Academia está ofreciendo una serie de actividades, pero a veces no ven suficiente respuesta por lo poco que he visto. Pero en su labor de defensa y de denuncia hay una página sobre patrimonio amenazado de las más visitadas. Tengo claro que la defensa del patrimonio tiene que ser una labor de todos y en España todavía nos falta esta conciencia como ciudadanos porque nos tiene que importar todo lo público, desde el ámbito político al cultural. Y son los toledanos los que tienen que hacer que Toledo sea una ciudad viva para que no termine siendo una Pompeya muy bonita, pero vacía.
Hablaba hace un momento sobre patrimonio amenazado. En esa lista figura Vega Baja. En este caso, hay un reciente informe de Icomos, el órgano asesor de la Unesco, que alerta de la situación y de las amenazas que puede suponer construir en ciertas zonas. ¿Cómo lo ve?
Vega Baja necesita un mayor conocimiento por parte del ciudadano. Estoy convencido de su potencial porque no son cuatro piedras. Es preciso hacer una buena excavación y un estudio, pero tiene un potencial para la ciudad de Toledo como un yacimiento único. En torno a Vega Baja se crea un conjunto que trata de reproducir lo que los emperadores bizantinos han hecho en Constantinopla, algo único en la Europa de su momento. Por tanto, exige una buena inversión, recuperar el proyecto, excavar y de cara al futuro requiere una musealización y un centro de interpretación, algo similar a los foros de Roma, donde la ciudadanía encuentra un lugar cultural.
Además, la cultura genera riqueza y uno de los problemas que tiene Toledo es la concentración de turismo en el Casco, así queteniendo Vega Baja podría repartirlo. La conservación del patrimonio también termina repercutiendo a nivel económico.
¿Habría que blindar administrativamente Vega Baja para evitar que se pueda construir?
A mí se me escapan los aspectos legales. Lo que sí es urgente es un compromiso colectivo de todas las instituciones y de la ciudadanía. Todos tenemos que ver la Vega Baja como una posibilidad de crecimiento cultural y económico de Toledo y no como una rémora al progreso. Requeriría un proyecto de muchos años y una inversión importante, pero a la larga generaría ingresos económicos y calidad vida por tener un pulmón verde de esa extensión. Por ejemplo, nadie consideraría que el Buen Retiro es un factor de distorsión en el entramado urbano de Madrid y aquí debería ser igual aunque ahora no nos lo imaginemos.
Lo que ha pasado en Toledo es por falta de conocimiento. Solemos echar la culpa a las administraciones, pero tampoco los toledanos nos hemos preocupado por Vega Baja. Hay que hacer una labor de divulgación y de recreación de lo que podría ser en un futuro porque si no puede llevar a pensar que ahí hay cuatro piedras. Toledo tiene un patrimonio único y la Vega Baja sería una aportación extraordinaria
También en esa lista de patrimonio amenazado está el río Tajo.
Sí. Es otra de las cuestiones más urgentes de la ciudad. Es irracional que una cuenca hidrográfica deficitaria esté trasvasando agua. Hay que ser solidarios y es un principio de todos, pero no se puede ser si no se tiene. Está claro que en España urge un Plan Hidrológico Nacional. El Tajo es un río moribundo.
Ahora se habla de la catástrofe ecológica del Mar Menor, pero la del Tajo viene desde hace muchos años y no se interviene. Requiere que todos nos concienciemos y nos comprometamos, incluidos los ciudadanos. Tendríamos que ver la recuperación del Tajo como una utopía realizable.
El cierre de varios conventos en Toledo en los últimos años también refleja una problemática importante tanto por cuestiones económicas como por la crisis de vocaciones. ¿Cree que hay alguna solución?
Hay varios factores, pero lo primero es el drama humano de estas comunidades que se van extinguiendo lentamente. Las religiosas te cuentan cómo con ellas se extingue un modo de vida y unas comunidades que, en algunos casos, vienen de la Edad Media. A veces nos olvidamos del problema humano porque nos centramos en el edificio, el problema de conservación del patrimonio. Es otro de los grandes retos de Toledo para conservar el patrimonio material e inmaterial, junto a Vega Baja y el Tajo. Todas las administraciones y entidades públicas, privadas y la ciudadanía tienen por delante una labor de coordinación.
¿Por qué hay una crisis tan fuerte de vocaciones?
Hay un problema vocacional y la sociedad española ha sufrido en estos últimos años un proceso de secularización muy acentuado. En una sociedad secularizada hay menos vocaciones religiosas.
Además, una vida de clausura es de mucha entrega y sacrificio. También es verdad que aquí tenemos una percepción distorsionada porque en España en los años 50 más del 50% de los conventos de clausura de todo el mundo estaban en este país por circunstancias históricas y de alguna forma podríamos hablar de una presencia de la vida religiosa por encima de la media del mundo católico, fruto de una religiosidad y una sociedad muy concreta, por eso ahora hay muchos conventos para las vocaciones que hay. En otros lugares es posible que no se notara tanto esta crisis, pero en España sí y en Toledo de un modo muy notable porque tenemos una concentración de conventos muy importante. Este fenómeno lleva muchos años, aunque no se veía con tanta urgencia. Es un problema de difícil solución porque primero hay que tener vocaciones.
Quedan pocos meses para la celebración del Centenario del nacimiento de Alfonso X. ¿Cómo debería celebrarlo Toledo?
Habría que abordarlo como el centenario de El Greco. Hay que dar a conocer el personaje a la ciudadanía porque fue fascinante. Fue una figura extraordinaria. A nivel político su reinado fue un desastre, pero a nivel cultural fue un momento único. Fue un hombre que se comprometió con un mecenazgo cultural de primera categoría y abarcó muchos ámbitos, pero sobre todo, hay que resaltar que él mismo se dedicó a la cultura y con una gran proyección europea.
También sería un buen momento para rescatar y dignificar su estatua en el Parque de las Tres Culturas que está un poco abandonada.
Usted no para. Tiene cuatro licenciaturas, un doctorado… Además, es historiador, docente, escritor, teólogo, sacerdote y director adjunto del Archivo Diocesano. ¿De dónde saca tanto tiempo?
Organizándome. A veces también quitando horas de sueño porque los días tienen 24 horas. Intento hacer todas mis tareas con mucho entusiasmo y no sé si esa es la clave para que no sea algo monótono y rutinario. Hay que dar a las tareas vidilla.
Ahora mismo tareas fundamentales son la docencia y la investigación. Esta última siempre me ha atraído. La investigación tiene que ser algo que repercuta en la sociedad porque no tiene sentido hacer una tesis doctoral y pasar horas en los archivos para que quede para ti. Un problema de los historiadores españoles es que no sabemos divulgar y tenemos que intentar que la gente conozca nuestra historia y nuestras raíces. Hay que generar interés e inquietud porque estamos acostumbrados a que nos lo den todo hecho.
Una curiosidad… ¿Cómo conviven ese yo historiador con el yo teólogo? La Iglesia, como institución, ha tenido y tiene luces y sombras e imagino que no es fácil abordar el tema con esta doble perspectiva.
Uno tiene que intentar integrar todas las dimensiones. Cuando empecé a investigar en el Archivo Vaticano observé una inscripción de León XIII que pide a los historiadores que no tengan miedo a la verdad. Uno tiene que buscar la verdad histórica. Todos tenemos nuestro sesgo aunque se intenta ser lo más ecuánime posible. Y lo primero es ser consciente de que se tiene y que no influya en el trabajo. Vivimos un momento en el que juzgamos mucho el pasado, pero lo que hay que hacer es entenderlo porque las circunstancias eran distintas.
No soy un juez que dice lo que está bien o mal, tengo que tratar de explicar por qué pasó esto o lo otro, me guste más o menos. Hay que intentar explicar por qué un señor en 1933 en Alemania establece un sistema político que va a tratar de exterminar a seis millones de personas. Como persona me puede repugnar, pero tengo que intentar abordarlo, estudiar qué contexto había y qué pensaba aquella gente. Hay que intentar comprender los porqués y tratar de distanciarse aunque no sea fácil.
Es un privilegiado porque has estado en los Archivos Secretos del Vaticano y no es fácil.
Hay que quitarse la idea de Dan Brown porque no es así. Se llama Archivo secreto porque era privado. Era del Papa y al final del siglo XIX, León XIII permite el acceso a los investigadores. Lo único es que ha conservado su nombre medieval, pero no es más. Tampoco tiene más requisitos de acceso que cualquier otro archivo. Aquí, en España, la Biblioteca Nacional es más exigente que el Archivo Vaticano, que está abierto a licenciados. Esa es la diferencia, que si no has terminado la carrera no puedes entrar. Es ir allí, hablar con uno de los responsables para explicarle tu tema de investigación y no hay más problema.
¿Cree que deberían hacerse públicos todos los archivos para acabar con tanto secretismo? Ahora el Papa ha anunciado que se podrán visualizar todos los documentos sobre la Segunda Guerra Mundial del Archivo Vaticano, por ejemplo.
Todos los archivos, no sólo los eclesiásticos, tienen documentación contemporánea. A veces, las dificultades son legales y otras prácticas por falta de personal. Hasta hace nada no han tenido la valoración que se merecen. He trabajado en muchos archivos y a veces he tenido todo tipo de experiencias. También tengo claro que urge dar a conocerlos más en general. En Toledo tenemos una concentración de archivos única, por ejemplo, y el primer año que tuvimos la iniciativa de la calle de los archivos fue un éxito y vimos que cuando se divulga el patrimonio a la gente le interesa.
El Archivo Vaticano abre la documentación por pontificados y son series documentales muy diversas. Puedes consultar hasta febrero de 1939, cuando muere Pío XI, y ahora abrirán todo el pontificado de Pío XII hasta 1954. Para los historiadores españoles es una gran oportunidad porque tienen una gran riqueza documental y se podría reconstruir la historia de un país desde este archivo. Pero también tiene un problema, como el resto, respecto a la documentación contemporánea, porque afecta a personas vivas y hay que combinarlo con la ley de protección de datos y con otras normativas. Creo que había que unificarlas por que no tiene sentido que en unas comunidades autónomas o en otras puedas acceder o no a determinados documentos sobre el mismo personaje.
En alguna ocasión ha dicho que a veces olvidamos hechos históricos importantes cuando hablamos de Historia. ¿Algún ejemplo?
Cualquiera. Es una queja que hago desde la experiencia docente. Es cierto que las generaciones actuales no conocen la Historia. Ignorar nuestro pasado nos lleva a desconocer la situación presente. A nivel educativo he tenido que explicar varios años la historia de la educación legislativa en España y nuestro sistema educativo tiene los problemas concretos fruto de una situación muy concreta, pero a veces vivimos en una sociedad que nos gusta opinar, muchas veces, desde el desconocimiento y los prejuicios. La Historia es muy compleja y hay que conocerla para entender los matices.
Ha colaborado en el libro ‘Otra Iglesia’ rescatando la memoria de sacerdotes que apoyaron la República y querían una iglesia más progresista. Eran unos olvidados ¿no?
Los años 30 en España, tanto la Segunda República como la Guerra Civil, han generado una gran cantidad de investigación únicamente comparable a la de la Segunda Guerra Mundial. Y todavía quedan temas. Se inició este proyecto gracias al catedrático de la Universidad de Alcalá, Feliciano Montero, que falleció el año pasado. Fue uno de los grandes renovadores de la historiografía española. Él nos animó a trabajar en esta línea y fue un éxito. La expectación que generó la presentación del libro.
Lo que más me apasiona es recuperar figuras olvidadas injustamente. Por ejemplo, he escrito hace unos días sobre una pintora Anguissola, que hasta hace nada todo el mundo confundía sus obras con las grandes pintoras de Felipe II. También escribí hace poco sobre las mujeres medievales dedicadas a la cultura, cuando siempre ha existido esa leyenda de que la Edad Media fue una época oscura que es completamente falsa.
¿Qué está investigando más al margen del cardenal Guisasola?
Estoy trabajando también los conceptos políticos del catolicismo español en la Restauración. Para mí es una sorpresa porque mi tesis doctoral y mis investigaciones han sido sobre la Segunda República y la Guerra Civil. Esta nueva investigación me ayuda mucho a entender el lenguaje político. Supone alejarme de los datos fácticos y meterme en el mundo del pensamiento. En la vida uno tiene que ponerse retos y ser capaz de afrontarlos y superarlos.
Como historiador, ¿cómo ve que haya partidos políticos que se apropien de hechos históricos, mal o bien contados, para captar a la ciudadanía como ocurre en Vox?
No es algo nuevo, lo hacen todos los partidos. Uno de los grandes problemas de la Historia es que podemos utilizarla para los fines. No me extraña porque siempre ha ocurrido, pero los historiadores tenemos que tratar de intentar ser lo más objetivos posible y tener claro que la historia, la cultura y el arte es el patrimonio de todos y ninguno tenemos derecho a apropiarnos del patrimonio común.
Estamos a horas de la exhumación de Franco del Valle de los Caídos. ¿Habría que hacerlo o no?
Creo que se debería haber hecho de otra forma. Era mejor que hubiera sido fruto de un consenso generalizado a nivel político y no se utilice de forma partidista antes de unas elecciones porque aunque no se quiera se va a hablar de ello en campaña electoral. Y, sobre todo, en un momento sereno. Quizá la sociedad española está muy crispada y se necesita más serenidad.