Enamorados de un Casco lleno de problemas

J. Monroy / Toledo
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Los vecinos del centro histórico no querrían vivir en otra zona de la ciudad; todo ello, a pesar de problemas como el turismo, la falta de vivienda, el río, el tráfico o el bolseo. Así lo cuentan en el estudio de Rocío Blanco y Laura Arroyo

Enamorados de un Casco lleno de problemas - Foto: Yolanda Lancha

El Casco histórico es un barrio lleno de actividad cultural y niños; hay mucha vida y movimiento, se tejen redes. Así lo aprecian tanto los vecinos que allí han nacido y que no lo han querido abandonar, como aquellos que llegaron de fuera y, enamorados  en un flechazo, gritan a los cuatro vientos que no ven un lugar mejor para vivir en la ciudad. Sin embargo, unos y otros acaban hablando de los problemas, los muchos problemas, que se encuentran en el Casco. Esto al menos ha ocurrido en las 19 entrevistas a residentes que Rocío Blanco Izquierdo y Laura Arroyo Romero-Salazar han desarrollado para el trabajo ‘Geografía humana del Casco Histórico de Toledo. Estilos de vida y su transformación’, publicado en el recopilatorio ‘Casco Histórico de Toledo. Construir la convivencia’, del editor Javier Manzano Fijó.

No ocultan las autoras que su primera idea era tratar de combatir, desde una visión más optimista, la idea de que el Casco es un lugar incómodo, inhóspito, lleno de turistas, del que la gente se marcha. «Nos interesaba mucho hacer algo de todas esas redes que se van tejiendo en Toledo durante los últimos años, el Matadero, el Cineclub del Rojas, Hojablanca, Urbana 6, y cómo al final todo ello construía convivencia en el Casco, aunque no se viera», apuntan. Y las entrevistas a residentes actuales y pasados parecen darles la razón: los residentes en el Casco aman su barrio. Pero ojo, que todos ellos terminan hablando de problemas. Al final, salió otra cosa muy distinta.

¿Cómo era el Casco del pasado? A tenor de las respuesta, el Toledo de los cincuenta y los sesenta era un pueblo grande, «un Toledo muy provinciano, muy chiquitito, con pocos recursos, no había apenas nada. El Toledo que yo viví en esa época no tiene nada que ver con el Toledo actual», apunta una entrevistada. Pero la gente lo recordaba con mucha alegría, nostalgia y cariño, apuntan las autoras del estudio, con mucha nostalgia de cómo se vivía, a pesar de la pobreza. La mayoría de los entrevistados eran de la zona sur, hacia las Cortes, que no tenían ni asfaltado. Sillería, la parte noble, «era otra cosa distinta». Pero abajo no tenían ni agua corriente. Había huertas y corrales, incluso en los sesenta.

Hay residentes que llevan toda la vida en el Casco, gente que nació allí y se marchó y quienes llegaron con treinta años y se quedaron. Quien vino, lo hizo por trabajo, pero aquí se quieren quedar. «Nos sorprendió mucho, que hay cuatro personas que nos han dicho lo mismo de una u otra manera», apuntan las autoras. Uno de estos testimonios recuerda que  «llegué en tren a la estación a Toledo. Subía por la calle que va a dar a la puerta de Bisagra y estaba anocheciendo. Había una luz maravillosa, roja, y de repente veo la puerta Bisagra, que se estaba empezando a alumbrar. Pensé que esto es precioso, yo tengo que vivir aquí, en el Casco». Todos los que se han quedado decían que no conciben, desde que llegaron a Toledo, otro sitio para vivir en la ciudad. Además, no se irían. Algunos dicen que todavía hoy se sorprenden de la ciudad, que los toledanos «no sabemos lo que tenemos».

Problemas. Y a partir de ahí, el libro comienza a recoger las dificultades de vivir en el Casco, por sorprendente que parezca. Tanto los vecinos que llevan toda la vida viviendo en el barrio, como los hijos adoptivos están enamorados del mismo. Pero en un momento dado, contaban los problemas que tienen, y los que creían que iban a tener.

Y ojo que el turismo de baja calidad que acaba con los derechos de los residentes y les hace la vida más complicada encabeza la lista de dificultades. Eso, evidentemente, hace más difícil todavía conseguir viviendas a buen precio en el Casco, mucho más, si cabe, para las familias, todo ello en un barrio en el que continúan los problemas de habitabilidad.

Además, los vecinos valoran que Toledo no está pensado para el tráfico de hoy, que hace daño al patrimonio. Se plantean como solución el cierre a los vehículos privados no residentes. También hay problemas de aparcamiento y con los pivotes. La demanda principal con los autobuses es que el Casco no está conectado.

Otro problema para los residentes es la falta de comercio que supla sus necesidades. Respecto a los servicios sociosanitarios, el centro de salud bueno, que temen que se cierre por falta de población. Por otro lado, existe la percepción de que el Casco no es lugar para niños. Faltan zonas verdes. Hay problemas con el río, carencia de cultura y ocio pensado para los residentes; problemas de empedrado, zanjas, cableado y palomas. Finalmente, está el problema de la basura, es decir, el bolseo y la falta de recogida selectiva de residuos.

Una de las entrevistadas recuerda aquello de «los resistentes del Casco» que decía Ángel Dorado. «Pero tenemos que reconocer que todos los que estamos aquí al final somos unos afortunados, porque de una u otra manera, si nos mantenemos en el Casco, es porque hemos encontrado un sitio donde poder vivir de una forma más o menos digna», reconocen, eso sí, las autoras del estudio. 

Futuro optimista. El final de la entrevista era preguntar cómo veían el futuro de Toledo. Todos contestaban qué deseaban del futuro de Toledo, no lo que creían que iba a pasar. Pese a los problemas, no se les ocurría otro lugar donde vivir, y planteaban una ciudad sin turismo, más ordenada, más pensada y que los residentes tuvieran donde ir a comprar pan. «Toledo es una ciudad con potencial y que se ve en alguna medida. Pero no se fomenta este aspecto para que vivir en Toledo sea más fácil, se convierta en una ciudad habitable de vedad; menos incómoda, más amable, más alegre... pero en el día a día. Lo grande ya está. Tenemos los monumentos y lo demás, pero la vida del día a día, las zonas verdes, una ciudad cómoda para pasear, el tráfico, que el peatón sea el que manda. Esta es la labor de nuestros gobernantes. No lo veo. Veo que se piensa más en la imagen de Toledo Patrimonio de la Humanidad», se puede leer un testimonio.

La conclusión de Blanco y Arroyo al final fue que, pese a todo, volvían al optimismo con el que querían enfocar el trabajo, defender que era un barrio habitable y donde se podía vivir. Seguro que si se hiciera el mismo estudio en Azucaica o el Polígono, también hablarían los vecinos de otros problemas. Unos recordarán del amianto, otros de que faltan semáforos, «pero se van a querer quedar en su barrio».