La localidad toledana de Ciruelos que antaño perteneció al duque del Infantado y anteriormente a la Orden de Calatrava, posee en su historia un curioso episodio del que hoy uno de marzo se cumplen 550 años. En el año 1157 la mitad de la villa de Cirilos (antes llamada Perusa y luego Ciruelos) era de propiedad de la citada Orden de Calatrava y la otra mitad la poseía un judío llamado Ben Judá, el cual la donó al rey para que éste a su vez la entregase a los caballeros de Calatrava a cambio de ciertas tierras en Illescas. Sabemos que en el año 1176 el castillo de Ciruelos sería cedido a esta orden. Uno de los primeros datos que tenemos sobre Ciruelos nos dice que una vez cedida la localidad por Alfonso VII a los señores Pelayo Pérez y Pedro Díaz Marrón, ambos la donaron a su vez a don Raimundo, abad de Fitero y fundador de la Orden de Calatrava. La comunidad de frailes poseyó en el término de Ciruelos una hospedería en un terreno en el que según algunas crónicas hubo un monasterio templario tiempo atrás.
San Raimundo Abad falleció en febrero del año 1163, según la mayor parte de las fuentes en la propia localidad de Ciruelos, desde donde protegía con sus rezos a los caballeros calatravos que lidiaban combate con el enemigo; no en vano el propio Raimundo había fundado esta orden tras la victoria en la plaza de Calatrava, atreviéndose a defenderla ante el musulmán, junto al apoyo de fray Diego Velázquez. Raimundo sería enterrado en el monasterio de Ciruelos, aunque llegado el año 1471 ocurre el hecho cuya efeméride recordamos hoy y es que su cuerpo es trasladado desde Ciruelos hasta el toledano convento bernardo de Monte Sión, ubicado a poco más de media legua del puente de San Martín, obedeciendo este traslado al mandato de don Luis Núñez, canónigo de la Santa Iglesia de Toledo quien poseía autorización para ello a través de una bula del Papa Paulo II, mediante la cual podían trasladar el cuerpo hasta Monte Sión. El problema es que los vecinos de Ciruelos no estaban de acuerdo con aquél traslado pues consideraban que debía quedarse allí enterrado. Según las crónicas los frailes robaron el cuerpo del santo y se lo llevaron «a medio día no habiendo gente en el pueblo y cerraron la puerta para hurtarle». El cuerpo fue ubicado en la capilla de la Visitación de Nuestra Señora, depositándose en un arca labrada de plata, aunque en el año 1590 se cambió a la capilla mayor, en el lado de la epístola, por orden de fray Marcos de Villalba -general de la orden y abad de Fitero en aquellos momentos- colocándose los restos en un suntuoso sepulcro con el siguiente epitafio: «Aquí yace el Bienaventurado Fr. Raymundo, Monje de esta Orden, primer Abad de Fitero, por quien Dios ha hecho muchos milagros; el cual de licencia de el Rey Don Sancho el Deseado, defendió a Calatrava de los moros, e instituyó en ella el Orden militar de Calatrava. Murió año de mil y ciento y sesenta y tres: trasladóse aqui año de mil y quinientos y noventa». Allí descansaron sus restos hasta que, en el siglo XIX tras la exclaustración monacal, se llevaron a la catedral de Toledo, ubicándose en la actualidad en la capilla del Ochavo en una preciosa urna rematada con la cruz calatrava.
Desgraciadamente este convento de Monte Sión sufrió los infortunios del tiempo y en época desamortizadora paso a manos particulares, convirtiéndose posteriormente en casa de labor, llegándose a guardar los ganados en el interior de la iglesia. En el siglo XX en este lugar se inició un proyecto interesante ya que se creó el Real Instituto Sericícola de Castilla y Extremadura, convirtiéndose en un foco importante para la producción de seda. En Ciruelos se quedó como recuerdo o reliquia de este santo, una canilla del muslo de San Raimundo, testigo de la importancia que la localidad tuvo en el pasado y prueba de que históricamente estuvo clara la oposición que hicieron los vecinos del lugar de aquel traslado del santo, ya que ellos consideraban que no debía moverse de allí. Ciruelos celebra la fiesta de San Raimundo cada 15 de marzo, recordando como no podía ser de otra manera, la historia de este importante santo fallecido en aquella localidad perteneciente a la comarca de La Mesa de Ocaña y que merece la pena conocer por toda la historia y los bellos parajes que posee.