A. de Mingo /toledo
Toledo ha mantenido con Venezuela más de cinco siglos de estrecha relación, desde que Gonzalo de Ocampo brindó el nombre de «Nueva Toledo» a la actual ciudad de Cumaná, capital del estado de Sucre. Conquistadores, obispos, comerciantes e intelectuales han alimentado estos vínculos a ambos lados del océano Atlántico, contribuyendo incluso a configurar, a través de la obra del escultor Victorio Macho, una nueva iconografía de Simón Bolívar (1783-1830), uno de los personajes con mayor simbolismo de la historia de América Latina.
A la época de la conquista corresponden personajes como Francisco de Infante, miembro de la expedición de Diego Losada en la que fue fundada Caracas (1567), o Francisco Gudiel, natural de Santa Olalla. Algunos años después, Lope-Félix de Vega, hijo del famoso dramaturgo y de la actriz Micaela de Luján, hermano de la religiosa toledana sor Marcela de San Félix, moriría ahogado en la isla Margarita, en la costa venezolana, al ir en busca de perlas en 1634. No fue el único toledano que perdió la vida en ese entorno de aguas paradisíacas: allí murió también, aunque a consecuencia de una plaga, el fraile trinitario Damián López de Haro (1581-1648), obispo de San Juan de Puerto Rico. Nuestras relaciones durante el Siglo de Oro poseen, incluso, un supuesto origen venezolano para Don Quijote, inspirado en un tal Alonso Andrea de Ledesma (1537-1595), quien según el investigador Eduardo Casanova se vio obligado a defenderse de los piratas ingleses con oxidados pertrechos, una mala lanza y a lomos de un rocín.
Desde comienzos del XVIII, por otra parte, es posible recordar a varios prelados de singular interés, como el borojano Francisco del Rincón (1650-1723), obis-po de Caracas (1711) y posteriormente arzobispo de Santafé de Bogotá (Colombia), fraile mínimo de San Francisco de Paula que había desempeñado en Toledo importantes responsabilidades relacionadas con el Real y Supremo Consejo de la Inquisición. Otro prelado caraqueño fue Diego Antonio Díez Madroñero (1714-1769), badajocense formado en el Seminario de Toledo (al igual que el actual obispo auxiliar de Caracas, Tulio Luis Ramírez Padilla). Merece también la pena recordar a uno de los primeros arzobispos de la Mérida venezolana, el salmantino Santiago Hernández Milanés (1755-1812), quien en 1804 inició la construcción de su catedral a partir del modelo de Santa María de Toledo; desgraciadamente, ocho años después de iniciadas las obras, tanto el nuevo templo como el prelado que lo impulsaba encontraron su final en el devastador terremoto que asoló el norte y el oeste del país el 26 de marzo de 1812.
Es precisamente a través del arte, contemporáneo, como se intensificó esta relación durante la primera mitad del siglo XX, cuando el escultor palentino Victorio Macho realizó sendos encargos relacionados con Simón Bolívar. El primero fue el mausoleo de la familia del Libertador, instalado en la capilla de la Trinidad de la catedral de Caracas, conjunto que representa al alma del propio Bolívar orando ante la tumba de sus padres y esposa. Es esta misma figuración, realizada en bronce, la que da la bienvenida a los visitantes de la casa-museo del artista en Toledo (abajo). Mucho mayor habría sido esta vinculación de haberse hecho realidad el enorme proyecto concebido por el bolivarista Vicente Lecuna en el año 1945, rematado por una escultura ecuestre. En la pasada década de los ochenta, cuando se produjo el bicentenario del Libertador, casi veinte años después de la muerte de Victorio Macho (1966), fueron fundidos cinco bustos del personaje. Uno de ellos fue a parar, sobre un elevado pedestal, a la plaza Caracas de la capital venezolana; el resto serían instalados en Bogotá (Colombia), Sao Paulo (Brasil), Riobamba (Ecuador) y Lima (Perú).
Otro artista español con especial predicamento en Venezuela es el toledano Rafael Canogar (1935), quien presentó una meritoria exposición en la Galería Contacto de Caracas en 1974, apenas tres años después de hacerlo en la Galería Tolmo de nuestra ciudad. A esta época corresponde su obra El Orador (1970), realizada en poliéster y fibra de vidrio pintada al óleo sobre tabla, conservada en colección particular venezolana (izquierda, arriba). Por su parte, la presencia de creadores venezolanos en el Toledo actual tiene en Joset Medina, asentado en Talavera, o en Genaro Bastardo (Monagas, 1962), en la Mancha, a uno de sus principales representantes. No en vano, su proyecto «De puerta en puerta», desarrollado en la localidad de Villafranca de los Caballeros, fue reconocido en 2017 con un premio de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.
Esta centenaria institución, por cierto, ha establecido lazos académicos con varios intelectuales venezolanos, como el abogado, sociólogo, historiador y político Pedro Manuel Arcaya (1874-1958) o el pedagogo, periodista, historiador y escritor Antonio Cova (1898-1964). La historiadora venezolana Nieves Avellán de Tamayo es, por su parte, miembro de la Cofradía Internacional de Investigadores de Toledo. Ejemplos de autores y pensadores toledanos en Venezuela serían los del matemático Sixto Ríos (1913-2008), natural de la localidad de Pelahustán, considerado el padre de la Estadística española (quien organizó y fundó la Escuela de Estadística de la Universidad de Caracas por encargo de la Unesco), o el escritor y periodista toledano Emiliano Ramírez Ángel (1883-1928), quien residió durante una temporada en la capital venezolana hace exactamente un siglo, en 1919, fundando allí con escaso éxito la editorial Victoria y escribiendo para periódicos como El Nuevo Diario.
Al otro lado del océano Atlántico, publicaciones toledanas como La Campana Gorda o El Heraldo Toledano han dado cuenta de los cambios de gobierno de Venezuela, como el golpe de estado del general Cipriano Castro en 1899 o el intento de asesinato de Juan Vicente Gómez, más de una década después. En 1916, El Eco Toledano se hacía eco de un supuesto informe estadounidense alertando de la venta de cebadilla venezolana -mayor productora, con México- para la elaboración de gases tóxicos por parte de Alemania durante la Primera Guerra Mundial. Veinte años más tarde, en 1937, el periódico falangista Imperio se congratulaba de la represión a la que Eleazar Gómez Contreras había sometido a medio centenar de izquierdistas, deportando «a otros tantos agitadores comunistas, que eran, en unión de algunos aristócratas, los que se dedicaban a la provocación de desorden. Desde ese momento la paz reina en todo el país, ya que las ideas social-comunistas de que aquellos estaban infiltrados no habían penetrado en la gran masa venezolana».
Hasta el momento, el último mandatario venezolano que ha visitado Toledo ha sido el presidente Hugo Chávez (1954-2013), a quien el entonces ministro de Defensa, José Bono, acompañó a la Academia de Infantería y obsequió una espada de acero toledano el 23 de noviembre de 2004 (José María Barreda, a la sazón presidente de Castilla-La Mancha, le regaló una escribanía talaverana y una edición de El Quijote). En fechas más recientes, desde el recrudecimiento de la situación política en Venezuela, la opinión pública ha apuntado mayoritariamente en dirección contraria al chavismo. El Partido Popular de Castilla-La Mancha puso en marcha en 2017 una campaña en Twitter comparando al presidente Emiliano García-Page con Nicolás Maduro. Ese mismo año, la Fundación César Egido, que gestiona el Museo de la Palabra en Quero, galardonó con su premio a Lilian Tintori, la esposa del opositor Leopoldo López.