Hoy se cumplen 219 años de la muerte del Cardenal Lorenzana, uno de los muchos arzobispos toledanos que aún recordamos gracias al importante legado del que aún hoy podemos disfrutar. Para la historia de nuestra provincia de Toledo, uno de los documentos más interesantes que nos muestran la realidad de los pueblos y villas toledanos sigue siendo el trabajo encargado por el propio Lorenzana denominado las 'Descripciones o Relaciones de Lorenzana' (1784), un interrogatorio que fue enviado a todos los municipios de la diócesis de Toledo, para que fuera respondido por parte de los párrocos de cada lugar, y en el que debían contestar a catorce preguntas sobre varios aspectos de la población para conocer el estado de la archidiócesis y de ahí que se hayan convertido en una perfecta manera de conocer el estado de nuestros pueblos a finales del siglo XVIII.
Entre otros cargos, Lorenzana había sido arzobispo de Palencia y de Méjico y de allí traería a España (y concretamente a Toledo) una serie de libros sobre la historia de América y determinadas piezas y curiosidades originarias de Méjico, que formarían un gabinete de historia natural único en toda España. Llegaría a la capital toledana en 1772 y ocupó la sede primada hasta el año 1800. Parte del legado bibliográfico que Lorenzana dejó en Toledo, estaba formado por 379 incunables, alrededor de mil manuscritos y más de 100.000 libros impresos, todo lo cual sería el germen de la futura Biblioteca Pública del Estado en Toledo. Hoy en día parte de aquel legado bibliográfico forma parte de la colección denominada Borbón-Lorenzana que actualmente se custodia en la última planta del Alcázar de Toledo, dentro de la actual Biblioteca Regional de Castilla La Mancha. No podemos olvidar que también levantó en Toledo la Real Casa de la Caridad en Toledo, concretamente en el edificio del entonces derruido Alcázar de Toledo, donde se comenzó en 1774 la obra de adaptación del mismo, de la mano de Ventura Rodríguez, inaugurándose la Real Casa de Caridad el 15 de julio de 1776, sirviendo este edificio para curar unos de lo males de la sociedad de antaño y de hoy en día: la mendicidad. Lorenzana no se conformó con acoger en la misma a los menos favorecidos, sino que también demostró su formación 'ilustrada', intentando ocupar en diferentes oficios y artesanías a los habitantes de aquella casa para ofrecerles un futuro digno y al mismo tiempo conseguir poner fin a ese problema estructural de la sociedad, como son los menesterosos. Algunos de los curiosos trabajos artesanales que se desempeñaron en la Real Casa de la Caridad, fueron los relativos al tema textil; productos de seda, pañuelos, cintas, medias, etc., fueron elaborados por la gente acogida en el Alcázar recién rehabilitado. La cifra de pobres acogidos en ella llegó hasta los setecientos, si bien a los veinte años de su inauguración se tienen contabilizados unos quinientos diez y nueve de ambos sexos, incluyendo también a diversos niños, a los cuales se les daba formación cristiana y educación primaria.
Otro aspecto de la vida de Lorenzana fue el de preceptor de los sobrinos del rey Carlos III, es decir, de los hijos de don Luis de Borbón (a la sazón también arzobispo de Toledo, cargo al cual renunció) y de la zaragozana María Teresa de Vallabriga. En 1785 a través del decreto que firma en La Granja el citado monarca, se determinó que Lorenzana debía encargarse de la educación de 'D. Luis de Ballabriga y sus dos hermanas', en quien concurrían todas las prendas y cualidades personales para tan importante cargo. A las dos hermanas las ubicaría en el toledano convento de monjas bernardas de San Clemente. Por lo que respecta al niño, don Luis-María, se criaría en el mismo palacio arzobispal en el que residió Lorenzana. Como dato curioso, el cardenal alquiló una finca de recreo para la diversión de Luis-María, que entonces se conocía como el cigarral del Rey (posteriormente quinta de Mirabel) y que era propiedad del duque de Bailén, que solían utilizar de vez en cuando como lugar de esparcimiento y descanso. Precisamente en este lugar se colocó la colección de cuadrúpedos que formó parte del gabinete de historia natural de don Luis-Antonio, padre de Luis-María. También formaban parte de este gabinete una interesante colección de minerales, de aves disecadas muy extrañas traídas «del extranjero, algunas de Orán», todo lo cual sería posteriormente depositado en el Salón de Concilios del palacio arzobispal de Toledo, «donde solía bajar el Señorito a entretenerse e ilustrarse». Igualmente Lorenzana construyó el Hospital del Nuncio para enfermos mentales, que en estos momentos se encuentra cerrado en espera de una reforma integral del edificio que realizará la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Si paseamos por el toledano barrio de San Vicente, podremos disfrutar aun hoy de un impresionante edificio neoclásico levantado por Ignacio Haan en el que Lorenzana ubicó la Real Universidad de Toledo (hoy UCLM) y que seguimos denominado edificio Lorenzana.
Lorenzana fue nombrado Inquisidor General en 1794, aunque poco después marcharía a Roma por encargo de Carlos IV como Enviado Especial ante el Papa Pío VI. Fue un 15 de abril, pero de 1804, cuando Francisco Antonio de Lorenzana Butrón Irauregui, residente en esos momentos en Roma, sufrió una fuerte neumonía, la cual se prorrogó durante dos días, sufriendo además una importante hemorragia meníngea, la cual le provocó la muerte a las 21:00 horas del día 17 de abril. Solicitó ser enterrado en la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén, aunque posteriormente su cuerpo fue trasladado a la cripta de los arzobispos de la catedral de Méjico. En su tumba se puede leer: «Aquí yace el padre de los pobres».
*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.