El próximo miércoles, veintidós de junio, se hará efectivo el nombramiento del arzobispo de Toledo, Monseñor Cerro Chaves, como académico honorario de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Un nombramiento que le fue conferido el pasado mes de abril por el Pleno de la institución. Curiosamente, don Francisco será el primer Académico elegido mediante el nuevo texto estatutario que regula la vida de la Academia, y que fue aprobado por la Junta de Comunidades el pasado uno de marzo de dos mil veintidós. El artículo trece de este texto dice que «la Academia distinguirá con el título de académico honorario a las personas que, por sus relevantes méritos artísticos, históricos, literarios, antropológicos o científicos, o por los servicios extraordinarios prestados a esta Corporación, sean consideradas como acreedoras a figurar en tan prestigiosa categoría», no pudiendo ostentar esta condición más de ocho personas en total.
La Iglesia ha tenido una importante participación en el discurrir histórico de la Real Academia, que todavía hoy se mantiene. Sobre todo, en el ámbito subjetivo, tal y como demuestra el artículo Sacerdotes toledanos académicos, publicado por el ya fallecido canónigo Jaime Colomina Torner, quien también fue académico. Muestra de ello es que, por ejemplo, entre sus fundadores estuvieron tres clérigos: los sacerdotes José María Campoy García, párroco de Lillo, Ángel María Acevedo Juárez, capellán mozárabe de la Catedral, y Narciso de Esténaga y Echevarría, de quien hablaremos después como obispo de Ciudad Real. Es así que, además de un buen número de clérigos que han ostentado las condiciones de académicos numerarios y correspondientes, también la figura del arzobispo de Toledo ha formado parte del elenco de la Institución a través de algunos de los prelados que han regido la sede de San Ildefonso.
Entre los primeros miembros nombrados en 1916, se nombró académico honorario al cardenal Guisasola y Menéndez, que era el arzobispo de Toledo en aquella fecha y a quien dedicó su discurso de ingreso en la Casa el sacerdote toledano Miguel Ángel Dionisio Vivas, en el que afirma que este prelado fue junto con Maura, Gelabert o López Peláez uno de los impulsores de que el catolicismo español se integrase en la cultura vigente. El segundo de los arzobispos toledanos que fueron académicos honorarios fue el cardenal Reig Casanova, elegido para tal condición el uno de julio de 1923, a quien debemos la coronación canónica de la Virgen del Sagrario, entre otros importantes méritos. No obstante, hay que señalar que ya había sido elegido correspondiente por Barcelona el veintiocho de diciembre de 1919. Fue canciller mayor de Castilla y ostentó el título de capellán mayor del Rey, así como las Grandes Cruces de las Órdenes de Carlos III e Isabel la Católica. En el ámbito académico, perteneció como correspondiente a las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando. En el mismo año 1923, el entonces director de la Academia, don Narciso de Esténaga y Echevarría, fue elegido obispo de Ciudad Real y prior de las Órdenes Militares. Después de haber pasado a correspondiente en Ciudad Real, fue elegido académico honorario el cuatro de noviembre de 1923. Perteneció también como correspondiente a las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando, y fue premiado por aquélla con el premio creado por el barón de Santa Cruz de San Carlos. En 1970, fue elegido cuarto de los prelados toledanos elegidos, el obispo auxiliar don Anastasio Granados García, quien después sería obispo de Palencia. Ya en tiempos de monarquía, el quinto de los elegidos en esta selecta nómina fue el cardenal don Marcelo González Martín, cuya elección tuvo lugar el doce de noviembre de 1978. Además de pertenecer a la Real Academia toledana, don Marcelo también perteneció, como académico de número, a la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, habiendo sido muy prolijo y sustancioso en cuantas publicaciones hizo en sus boletines. Y, finalmente, el sexto de los prelados elegidos académicos honorarios de la Real Academia toledana fue monseñor Ángel Fernández Collado, actual obispo de Albacete, quien ingresó en el año 2004 en la Real Academia sustituyendo al arqueólogo Máximo Martín Aguado. Tras ser elegido obispo Auxiliar de Toledo en 2013, fue elegido Obispo de Albacete en el año 2017, por lo que pasó a la categoría de académico honorario el diecisiete de mayo de 2017, siendo sustituido en su medalla por su actual ocupante, Juan Estanislao López Gómez. Son muy reconocidas y prestigiadas sus investigaciones sobre la Catedral Primada en la Edad Moderna y sobre las biografías de los prelados toledanos.
El próximo miércoles, don Francisco Cerro tomará posesión como académico honorario de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, siendo el séptimo de los prelados toledanos que pertenece a la Casa. Empieza para él, por tanto, un compromiso cultural con Toledo, su provincia y su diócesis al que se pueden augurar buenos resultados. Un compromiso para el que me gustaría apuntar una idea importante bajo mi punto de vista, que es la recuperación y revitalización del Instituto de Estudios Visigótico-Mozárabes San Eugenio de Toledo, cuyos estudios sobre la mozarabía toledana siguen siendo de gran interés para cuantos investigadores nos acercamos a las fuentes mozárabes. Ojalá y que este compromiso cultural sea fructífero para la Academia, para la archidiócesis y para todos los toledanos. Así lo espero y lo deseo.