A lo largo del siglo XX Talavera de la Reina sufrió graves pérdidas arquitectónicas; pérdidas debidas en buena medida a la especulación del espacio urbano. La tendencia a la destrucción y el menoscabo del patrimonio arquitectónico talaverano no remitió hasta hace pocas décadas; si bien es cierto que, lamentablemente, todavía en 2005 presenciábamos atónitos la demolición del antiguo Asilo de las Hermanitas de los Pobres, edificio que por entonces contaba con la nada desdeñable «edad» de 113 años de historia.Afortunadamente, tras siglos de injusto menosprecio y de actuaciones denigrantes hacia nuestro patrimonio, en las últimas décadas asistimos a una patente revalorización del mismo. A pesar de que este cambio de mentalidad haya suscitado un interés tardío, hoy es evidente la voluntad por parte de diferentes organismos oficiales y asociaciones de recuperar y custodiar celosamente nuestras raíces, llevando a cabo cada uno de ellos, en la medida de sus posibilidades, valiosas aportaciones en pro de su conservación.El pasado 14 de septiembre el diario local, La Tribuna de Talavera, hizo saltar todas las alarmas en sus páginas al informar de que el emblemático inmueble situado en el número 18 de la calle Doctor Muñoz Urra iba a ser demolido tras dictaminar el juez su sentencia a favor de los propietarios. Pese a que este edificio figuraba en el Catálogo Complementario de Bienes y Espacios Protegidos, la solicitud de licencia para su derribo había sido cursada con anterioridad a este documento siendo, por tanto, el fallo del magistrado irrevocable. Si ya de por sí resultaba triste pasear junto a él y comprobar su deplorable estado de conservación, meses después la suerte de este edificio no ha cambiado puesto que la referida sentencia le abocaba después de 81 años de vida entre varias generaciones de talaveranos a una «inevitable» desaparición.Quizás no sea momento de lamentarse sino de reflexionar detenidamente sobre las directrices que está tomando nuestro diezmado patrimonio arquitectónico tras décadas de abandono y despreocupación, tolerando el descuido de edificios históricos. A título personal debo decir que resulta realmente difícil investigar para mi Tesis Doctoral mientras compruebo desalentado como día a día van desapareciendo los edificios objeto de mi estudio. Con la perspectiva del tiempo y los acontecimientos que se suceden a diario parece que las páginas de la misma están destinadas a convertirse en un testimonio de hechos condenables que no encontraron amparo en las Administraciones Públicas a causa de su pasividad.Para aquellos que desconozcan el edificio en cuestión se lo voy a «presentar». Se trata de un inmueble con unas peculiaridades arquitectónicas muy definidas, recogiendo algunos de los elementos más característicos de la arquitectura local. El 18 de julio de 1931 el constructor y, a su vez, propietario, el talaverano Francisco Javier Van-Baumberghen y Bardaji, presentaba al Ayuntamiento de Talavera de la Reina una solicitud para llevar a cabo un edificio destinado a viviendas de alquiler. Dicho proyecto se situó en la parcela numero cinco de la por entonces avenida de Moya, vía que posteriormente recibiría el nombre de Galán y García Hernández y que en la actualidad se conoce como calle del Doctor Muñoz Urra. Asimismo, debemos indicar que la edificación que nos ocupa respondía a un nuevo concepto de vivienda de carácter plurifamiliar, motivado por la fuerte expansión demográfica que estaba experimentado la ciudad por esos años. Este fenómeno demográfico debemos vincularlo estrechamente a esta nueva tipología o concepto de residencia y a la normativa recogida en las Ordenanzas Municipales de 1928, donde se establece la creación de edificios de varias alturas. En este sentido, podemos afirmar que se trata, junto al antiguo edifico donde se ubica la actual oficina principal de Correos, de uno de los primeros inmuebles que se ciñen en Talavera de la Reina a esta morfología constructiva.Por lo que al edificio se refiere es importante distinguir entre la obra que inicialmente se proyectó y la que finalmente se ejecutó, puesto que responde a criterios estéticos diferentes. Según consta en el expediente del Archivo Municipal la obra fue proyectada por Francisco Carrión, aunque también aparece la firma del aparejador Luís Sánchez. Es un edificio en chaflán distribuido en cuatro plantas de dos viviendas cada una con su correspondiente portería y un torreón ochavado, disposición que no se corresponde con la realidad que manifiesta su primitivo diseño ya que poseía tres alturas y la citada terminación. Tiene diversos volúmenes pero en él predominan las líneas rectas y sobrias. Resulta interesante su estructura por lo novedoso del sistema en la localidad. Tal y como se refleja en la memoria del proyecto iba entramada de hierro vertical y horizontalmente, constituyéndose de este modo la estructura básica del mismo. De igual modo, se deja constancia que estaría dotado de los servicios sanitarios más modernos y vigentes del momento. La fachada, que como ya hemos dicho no se realizó conforme al alzado del proyecto, posee una distribución de vanos muy regulares. Las ventanas ofrecen varias soluciones según los pisos y su disposición, combinando los arcos de medio punto con vanos arquitrabados con decoración de ladrillo visto resaltado. En la planta baja todos los vanos están cerrados con hierro forjado, demostrando un cuidadoso ejercicio de artesanía. La base o zócalo es de mampostería de granito, mientras que el resto del paramento mural está enfoscado con cemento de diversas tonalidades. Este dato es importante dado que la solución elegida supone una ruptura, que no una novedad, con la tradición local de dejar las fábricas vistas; es decir, Francisco Carrión no dio ninguna prioridad al material como rasgo definitorio de una arquitectura que hasta principios del siglo XX había sido una constante en esta zona geográfica sino que abogó por la utilización de un recurso ajeno a nuestro típico aparejo toledano. No obstante, la combinación del zócalo de piedra junto con el enfoscado de cemento, la utilización del ladrillo en vanos, cornisas, frisos, molduras y alfices y los paneles de azulejería de tradición neomudéjar otorgan una plasticidad a la fachada que potencia visiblemente la composición de la misma, presentando un conjunto polícromo gracias a la diversidad de los materiales que la componen.Otro elemento significativo en su composición es la torreta que, a nuestro parecer, está en consonancia con la arquitectura montañesa. De igual modo, el alero de madera con decoración de canecillos estriados y casetones entronca con la referida tipología. En cuanto a los elementos ornamentales se refiere destaca sobre el resto la portada, que aún presenta ciertos rasgos de tradición gótica, voltea arco de medio punto con amplias dovelas ejecutadas con gran maestría y luce una rejería artística que se inclina hacia diseños en la línea del art nouveau. Toda ella está cobijada por un alfiz mixtilíneo de ascendencia árabe. Sobre él se levantan dos vanos, el primero arquitrabado y el segundo de medio punto, para rematar en un nuevo alfiz, a modo de simplificado conopio, que otorga al paramento de esta zona una culminación de forma triangular. A ambos lados de la misma se erigieron en origen dos pináculos rematados por bolas de tradición postescurialense, elementos decorativos que posteriormente no tuvieron cabida en la materialización del proyecto. Otras connotaciones medievales podemos observar en la parte inferior de los lienzos de la fachada principal y lateral, en donde sobresalen dos molduras de cemento enfoscado a modo de arco conopial y mixtilíneo, respectivamente.Finalmente, y como no podía ser de otra manera en nuestra ciudad, el inmueble fue decorado por tres sugestivos paneles de cerámica (uno en el proyecto original) de una exquisita factura neomudéjar; paneles que le confieren una identidad y unos rasgos propios que recogen la esencia misma de Talavera. Pero, por encima de todas estas sutilezas compositivas y ornamentales, cabe destacar el aspecto estético que Francisco Carrión quiso conferir al exterior de la fábrica, pues lo reforzó notablemente con hiladas de ladrillos resaltadas sobre el haz del paramento, lo que le proporcionó interesantes matices de luz y sombra.Como hemos podido constatar, este edificio se impregna de un cierto localismo, al adoptar materiales y soluciones tanto técnicas como formales muy frecuentes en la arquitectura talaverana. Teniendo en cuenta todo lo expuesto hasta el momento, entendemos que podemos clasificarlo como un edificio ecléctico con multitud de elementos decorativos historicistas, si bien, la eliminación de algunos de estos elementos ornamentales, como el friso de ladrillos, y su sustitución en algunas zonas por sencillos cajeados, principalmente en la torreta del chafan, nos llevan a pensar en un edificio que tiende o, fue modificado sutilmente en el transcurso de su construcción, hacia la arquitectura racionalista. En consecuencia, podríamos afirmar que el rasgo más innovador que Francisco Carrión empleó en la fachada fue la concepción racionalista de los vanos, al no utilizar recursos tan comunes en la arquitectura toledana como los balcones o miradores.La finalidad de este artículo no es otra que la de lanzar, una vez más, un llamamiento en defensa de nuestro patrimonio para que no caiga en un proceso irreversible de destrucción sistemática. Por último, que mejor manera de finalizar estas líneas que con las elocuentes palabras de John Ruskin recogidas en su célebre obra Las siete lámparas de la arquitectura: «Velad con vigilancia sobre un viejo edificio; guardadle como mejor podáis y por todos los medios de todo motivo de descalabro. No os preocupéis de la fealdad del recurso de que os valgáis; más vale una muleta que la pérdida de un miembro. Y haced todo esto con ternura, con respeto y una vigilancia incesante y todavía más de una generación nacerá y desaparecerá a la sombra de sus muros. Su última hora sonará finalmente; pero que suene abierta y francamente y que ninguna intervención deshonrosa y falsa venga a privarla de los honores fúnebres del recuerdo».* Vicente Molina realiza su tesis doctoral sobre «Arquitectura y Urbanismo en Talavera de la Reina: 1850-1950»