Un arquitecto toledano propone cauces naturales antirriadas

Á. de la Paz
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Además de la restauración de los lechos estrangulados a su paso por las zonas urbanas, Manuel Carmena Zazo pide más árboles y suelos porosos para facilitar el drenaje de la lluvia

Propuesta de recuperación del cauce del arroyo de Villaluenga, con un paseo del Prado naturalizado y permeable. - Foto: La Tribuna

El arquitecto toledano Manuel Carmena Zazo plantea un batería de soluciones para abordar los riesgos derivados de las tormentas en los espacios urbanos, un problema que en diferentes localidades de la provincia se ha manifestado con especial dureza tras las grandes riadas de 2021 y 2023, ambas en septiembre. La propuesta cristaliza en los Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible (SUDS), un programa integral que tiene en la renaturalización de los cauces urbanizados una de las grandes medidas de prevención frente a los desbordamientos.

El plan que esboza Carmena recoge los problemas de desertificación, pérdida de biodiversidad y carencias en el drenaje urbano que se han observado en diferentes pueblos y ciudades, también en decenas de municipios toledanos. La respuesta que sugiere el arquitecto, natural de Villaluenga de la Sagra, incluye la renaturalización del trazado urbano mediante la introducción de drenajes sostenibles, pavimentos porosos y otras áreas verdes, como los jardines de lluvia. 

Los cauces de arroyo canalizados por la mano del hombre suponen un problema en caso de precipitaciones copiosas. La restauración de los lechos perdidos por el intenso proceso urbanizador desplegado durante las décadas de los años sesenta y setenta del pasado siglo es una de las principales iniciativas que Carmena sugiere. Aquellos pasos naturales que fueron cerrados se convierten en los puntos más conflictivos durante los episodios de grandes precipitaciones.

A partir del caso de Villaluenga, una localidad castigada por sendas avenidas en 2009 y 2023, Carmena desarrolla un proyecto que, más allá de la recuperación del arroyo, apuesta por el arbolado dentro del núcleo urbano y la rehabilitación de los humedales como estanques naturales en espacios agrestes.

El arquitecto demanda la identificación y clasificación de las lagunas, zonas inundadas habituales en la geografía toledana. «En el pasado existían charcos o minilagos permanentes», apunta. Aquellas láminas de agua fueron desecadas por diferentes razones (agrícolas o de salud pública, entre otras). Su desaparición supone la carencia de una infraestructura natural para la retención de lluvia en grandes volúmenes.

La falta de arbolado es otro de los déficit detectados. La apuesta por la reforestación y la implantación de zonas boscosas redundaría tanto en la porosidad del suelo, que podría absorber mayores cantidades de precipitación, como en el fomento de la biodiversidad. Además, Carmena reclama el acondicionamiento de los suelos urbanos para mejorar el drenaje y evitar la formación de balsas.

El creador del proyecto lo considera factible y no muy costoso de llevar a cabo. Tanto la Unión Europea como el Gobierno de España financian e incentivan este tipo de actuaciones de recuperación ecológica. Los SUDS esbozan una respuesta de amplio calado frente a los riesgos climatológicos, un programa a desarrollar tanto en los espacios agrestes como dentro del territorio urbano. Veranos que se estiran en el calendario y tormentas generadoras de grandes daños, incluidas víctimas mortales, conforman un escenario que ha venido para quedarse.

UN ENTORNO MÁS AGRADABLE. Las medidas que desgrana el urbanista toledano promueven la creación de nuevos espacios recreativos naturales para el disfrute de los vecinos.

Por una parte, la presencia de más arbolado implicaría una mejor visión de algunos paisajes casi desérticos, como el que se extiende por buena parte de la comarca de la Sagra durante varios meses. La reforestación, aumentaría el atractivo turístico y facilitaría el impulso de nuevas oportunidades de desarrollo económico, como el turismo rural.

Por otra parte, la transformación del paisaje implicaría la mejora de la calidad de vida de los vecinos, con la aparición de refugios frente al calor asfixiante y una mayor frondosidad que al mismo tiempo abriría la puerta a absorber y encauzar el tránsito de las precipitaciones.