Mi abuela, en el pueblo, cuando llegaba algún visitante inoportuno o extremadamente pesado, y sobre todo aquellos que aunaban las dos máculas a la vez, me mandaba poner la escoba boca abajo detrás de la puerta de entrada, aseguraba que eso hacía que se fueran pronto y no entorpecieran las jeras. Yo, en mi imaginación infantil, asociaba la escoba a las brujas, su instrumento preferido para volar, que algo de eso debería de haber en la tradición rural y me figuraba a tío Fulano o a tía Zutana encaramado en ella y saliendo por los aires como un cohete de la fiesta hasta perderse en el monte del Castro y me sentaba en el poyo de la calle, expectante, por si ocurría de verdad, pero nunca ocurrió… que yo lo viera…
Dice don Marcelino Menéndez Pelayo en su libro 'Historia de los heterodoxos españoles', que, aunque nos pueda parecer que los españoles somos un pueblo muy supersticioso, España es el país menos supersticioso de Europa. Superstición, dice el Diccionario de Autoridades, es «el culto, que se da, a quien no se debe con modo indebido». Y eso es demasiado. Creo que los españoles somos más agoreros. El agüero, dice el mismo diccionario, es un «cierto género de adivinación por el canto, el vuelo, y otras señales, que tenían observadas de las aves. Pero entre nosotros se toma esta voz por los pronósticos buenos o malos, que neciamente se forman de algunas casualidades, que no pueden tener conexión alguna para inferir de ellas los sucesos que son libres, y penden de superior providencia, en que se cometen muchas supersticiones». Esta definición es mucho más adecuada a nuestra idiosincrasia. Lo nuestro, por tanto, se podía llamar supersticiones agoreras, que han pasado de generación en generación desde tiempo inmemorial, muchas se han perdido y otras permanecen, como usos sociológicos.
Es el caso de considerar que trae mala suerte pasar por debajo de una escalera. Está vinculado a su forma en esquina, triangular. Desde la antigüedad se asegura que en las esquinas y los rincones se escondían los malos espíritus y las fuerzas del mal, creencia muy arraigada aún en la cultura japonesa. Además, para el cristianismo el triángulo simboliza la Santísima Trinidad, al pasar por debajo de una escalera, forma triángular, la persona estaría profanando lo sagrado e invocando al demonio. Y por si fuera poco, la escalera se parece a la horca donde ajusticiaban a los reos… Así que… ¡lagarto, lagarto!