El Tío Zacarías es uno de los ciudadanos que tendrá una presencia permanente en la historia de Los Yébenes, como el último maestro molinero que la villa monteña tuvo en activo en el pasado siglo XX. Hoy, su nombre perdura en el molino al que da su nombre, que ayer sábado 30 volvió a mover sus aspas -aunque brevemente, por la falta de viento- durante su reinauguración.
El Ayuntamiento presentó al público la restaurada instalación, cuyo origen se remonta al siglo XVI, con el propósito de incentivar su explotación turística. Para ello, se han repuesto sus aspas y otros elementos de madera de su maquinaria, dañados por los insectos xilófagos. A partir de ahora, el Molino yebenoso se convertirá en un ejemplo práctico de lo que fue el primer ejemplo de un uso industrial de la energía eólica con varias centurias de antigüedad.
Según explica el alcalde de Los Yébenes, Pedro Acevedo, el objetivo es potenciar el uso y conservación del molino restaurado a través de una asociación creada a tal efecto. Una vez con esto, se podrá desarrollar un calendario de moliendas turísticas que, una vez que se consolide, servirá de nuevo atractivo para captar visitantes a la villa monteña. El de ayer fue un día de prueba que demostró la viabilidad de esta apuesta turística, con decenas de personas no sólo de la localidad sino de otros lugares que aprovecharon la ocasión de conocer el que pudo ser uno de los primeros molinos que Miguel de Cervantes contempló siendo niño, muchas décadas antes de que estas grandes construcciones fueran un elemento diferenciador de su principal obra, ‘El Quijote de La Mancha’.
Los molinos de viento, una instalación de origen persa, se expandieron durante los reinados de Carlos I y Felipe II como solución a un problema generado por los largos periodos de sequía. La falta de corrientes de agua paraban los molinos de acequia por lo que el viento se convirtió en la alternativa para mantener una vital producción de harina para el pan.
El aprovechamiento de las corrientes de aire convertía a los molineros en una suerte de ‘marineros en tierra’, capaces de distinguir los tipos de viento y su orientación para utilizarlos en su provecho. Para ello, aprovechaban la movilidad de las aspas o el uso de velas sobre ellas para agilizar o ralentizar su movimiento, incluso trabajando de noche. Así lo recuerda un heredero de aquellos profesionales que ha colaborado en la recuperación del molino yebenoso, el maestro molinero de Campo de Criptana Vicente Casero.
El Ayuntamiento no cuenta sólo con la curiosidad que despierta en muchos la arcana maquinaria del Molino del Tío Zacarías. La instalación está situada en una crestería configurada como un balcón con extensas vistas a dos de las principales comarcas toledanas. Al Sur se divisa Los Yébenes y el verdor de Los Montes, al Norte se ve Ocaña y el tono pardusco y seco de la tierra manchega.
Acevedo confía por ello en las posibilidades del Molino del Tío Zacarías tras su restauración. «Queremos que la actividad de la molienda pueda verse, al menos una vez al mes para que el que le interese venga aquí a conocerla.
El diputado provincial de Desarrollo Económico, José Luis Rivas, acudió a este acto. Dio la enhorabuena por la recuperación del molino ya que es «una buena noticia no sólo para Los Yébenes, sino también para su comarca.
El turismo de interior, en alza.
Saliendo del caso concreto de Los Yébenes, el diputado Rivas destacó el alza del turismo de interior que esta viviendo la provincia toledana, gracias al aprovechamiento de sus variados recursos naturales, históricos y de tradiciones. «En verano, el turismo se puede inclinar más por el típico ‘sol y playa’ y cuesta más el sentirse atraído por nuestros pueblos. Pero la realidad es que estamos notando una afluencia mayor a nuestras poblaciones», señalaba el representante de la Diputación.