J. Monroy | TOLEDO
El mismo solar abandonado lleno de escombros; el mismo refuerzo metálico sujetando la pared para que no se venza; y en el mismo lugar en el que hace cinco años había un antiguo coche blanco, hoy hay uno rojo más moderno. Nada parece haber cambiado durante un lustro en la bajada del Pozo Amargo, a escasos metros de la Catedral. Sólo el observador avezado o el conocedor del patrimonio es capaz de darse cuenta de un pequeño cambio, como es la desaparición del escudo de la portada gótica del siglo XV situada en el número 7 del vial. Ha huido el león rampante apoyado en un árbol, que daba paso a un mítico inmueble toledano que envejeció entre la historia y la leyenda, la religión y la brujería.
La Policía Nacional no ha recibido denuncia alguna por una posible sustracción, y tampoco el Ayuntamiento había tenido noticia. Los vecinos del entorno casi descartan que haya sido la propiedad del inmueble, que ahora creen que está en manos de un grupo hotelero mexicano, el que se haya preocupado por esta pieza después de tantos años y años de olvido de una la que es quizás la mayor manzana abandonada en el Casco Histórico. Ven en la desaparición del antaño orgulloso león una metáfora de la triste degradación del entorno, tan cerca de la entrada a la Catedral, pero a la vez tan olvidado por todos.
La dejadez, deterioro y abandono de los distintos edificios que componen la manzana hoy arrasada se ha trasladado a todo el entorno. Fue hace catorce años cuando el inmueble principal quedó abandonado, y tras pasar por varias manos, acabó en las de un grupo hotelero catalán, interesado en construir un hotel de cinco estrellas en la ciudad. Poco a poco fue adquiriendo las casas adyacentes. Pero la desgracia el proyecto quedó abandonado por problemas con los accesos, y el solar, que no ya edificio, se ha ido degradando poco a poco a la intemperie. El Ayuntamiento obligó a la propiedad a tapiarlo hace años, para evitar que se metieran dentro ocupas y gatos. «Sólo parches», para los vecinos. Pero, a pesar de que en la pasada legislatura hubo un intento de recuperar el proyecto hotelero, la crisis ha tenido que hacer huella, puesto que no se ha vuelto a saber del mismo.
El problema para los vecinos va más allá de la suciedad y las preocupaciones que les da este enorme solar. Porque el abandono es generalizado en todas las inmediaciones. La basura se acumula. Y la zona del cobertizo ha llegado a amenazar derrumbe, por lo que ahora está apuntalada con andamios.
Un cobertizo muy turístico. Bajo el cobertizo del Pozo Amargo viven dos mellizos de doce años a los que les da miedo entrar allí cuando vuelven por la noche de la Escuela de Música en los días de invierno. Desde su nacimiento, no han visto en su calle otra cosa que una paulatina degradación. Hoy viven entre andamios que la apuntalan, mucha suciedad y telarañas eternas entre las maderas. Cuando llueve, el agua se filtra.
El cobertizo del Pozo Amargo es muy visitado por rutas de turistas que quieren conocer el Toledo mágico, dado que allí vivió una de las más famosas hechiceras toledanas del siglo XVI. Sin embargo, su aspecto no puede ser más deplorable. «Es una situación lastimosa para el turismo y deplorable para la gente que vivimos ahí, y que pagamos los mismos impuestos que el resto», se quejan los vecinos, «porque ni nos limpian». Todo el lado izquierdo del cobertizo pertenece al solar abandonado, y su influencia se está dejando sentir sobre la antigua estructura. De hecho, la situación del inmueble ha sido tal, que la propiedad ha tenido que tirar los pisos superiores, porque amenazaban derrumbe, y sólo queda la pared del cobertizo. En consecuencia, sin estructura superior, y a pesar de un intento de protección con una malla, las maderas están casi al aire, y se mantienen húmedas durante semanas cada vez que se produce una lluvia. El agua se filtra por toda la estructura, pero sobre todo por un lateral por la que van las conducciones de teléfono y eléctricas. Esto ha llegado a provocar un cortocircuito en una casa del entorno durante una tormenta.
Otro gran problema del cobertizo es la suciedad. Los barrenderos no entran jamás, se lamentan los vecinos. La suciedad se acumula entre los espacios estancos entre los andamios y la pared. Y el baldeo de las calles adyacentes termina por arrastrar la suciedad al fondo del callejón. De forma que tienen que se los propios residentes los que limpian el cobertizo para vivir en condiciones más higiénicas.
Finalmente, hay otro problema en la zona, como es una puerta abierta al enorme solar desde el cobertizo, por la que los vecinos han visto entrar y salir gente.