El veneno fascina, sobre todo, por su poder. Así se ha demostrado a lo largo de los siglos como un arma potente para acabar con personajes poderosos, molestos, y con parte de la humanidad. No tiene rival y todavía hoy aparecen en los medios casos de envenenamiento que esconden tramas políticas. El veneno da para mucho y Adela Muñoz lo supo hace años y publicó ‘La historia del veneno’. De la cicuta al polonio’, un completo ensayo que repasa las sustancias letales más utilizadas en distintos periodos históricos y ahonda en la química que han usado los envenenadores para cumplir sus objetivos. Un tema que, sin duda, podría dar para una segunda parte centrada en los siglos XX y XXI, en los que se han dado y se dan episodios truculentos, en los que poblaciones enteras se van envenenando con aguas tóxicas, como ocurre con la presencia de arsénico en los pozos de agua potable de Bangladesh.
El veneno ha tenido gran protagonismo a lo largo de los siglos. Así lo reflejó hace tiempo en su libro ‘La historia del veneno’. ¿Tan importante ha sido?
Sí, desde el siglo XIX menos porque se pusieron a punto los métodos toxicológicos para detectarlo y ya no se podía usar tan alegremente como antes, pero aún así tenemos el caso de Litvinenko en 2006 en el que muy probablemente Putin dio una prueba de su fuerza para matar a quien, donde y cuándo él quisiera. El veneno sigue teniendo un gran protagonismo y mucho más a lo largo de los siglos.
Los griegos utilizaban cicuta, una planta habitual en la cuenca mediterránea. Por ejemplo, en la época del comienzo del Imperio romano los primeros emperadores que llegaron al trono después de Augusto fueron los que tenían alguien que les apoyaba y manejaba venenos bien y no los que genéticamente tenían más derechos. Nerón no estaba en la línea de sucesión, pero su madre fue limpiando el camino a todos los que estaban antes que él, empezando por su marido Claudio. Luego mató a Británico, y finalmente Nerón accedió al trono y terminó matándola a ella.
También se dice que Lidia, la mujer de Octavio, se las arregló para que Tiberio, uno de los hijos de su primer marido, ascendiera al trono en lugar de uno de los herederos, pero no he encontrado las pruebas. Hay un dicho además que dice que una vez una serpiente mordió a Lidia y la serpiente murió tras haberla mordido a ella.
Los venenos pudieron tener también un papel directo o indirecto en la muerte del rey Fernando El Católico, en este caso quizá por efecto de la cantárida, un afrodisíaco que utilizaba a menudo. También detrás de la muerte de Felipe el Hermoso años antes se encuentra el veneno.
Hay que recordar que en los tiempos de Luis XIV hubo un personaje muy influyente en París, madame de Montespan, amante del rey, que fue acusada de envenenadora. A lo largo de los siglos ha habido envenenadores profesionales que realizaban los encargos, también probadores. El veneno ha estado muy presente también en el siglo XX. Hace poco tiempo me enteré de que Hitler tenía alrededor a tres mujeres probadoras que se comían su comida para comprobar que no estaba envenenada, como ocurría en el Renacimiento con la figura de los probadores... Ningún príncipe ni prelado comía o bebía primero.
Hay muchos compuestos que se han ido repitiendo a lo largo de los años. ¿El cianuro fue uno de los venenos más utilizados?
Se ha utilizado bastante, pero el que más se ha usado ha sido el arsénico. Aún así, el cianuro también se utilizó de forma masiva en forma de gas en los campos de concentración nazis.
¿Cuál es el veneno más letal?
Sin duda, la toxina botulínica, el bótox. Quizá es el veneno que más muertes ha producido en toda la Historia. Se trata de un veneno de origen animal y no he ahondado sobre él, aunque sí lo refiero, porque en el libro me centré en los orgánicos. Sin embargo, el bótox es 100.000 veces más tóxica que el cianuro. Se utiliza mucho en cosmética, pero a mí me daría miedo incluso que me lo inyectarán en la piel como se hace habitualmente después de haber leído todo lo que he leído a pesar de que lo hacen millones de personas para las arrugas. Se inyecta una pequeña cantidad que mata las células, que son las que causan las contracciones de los músculos y la generación de arrugas.
Pero en algunos casos, los venenos también tienen efectos beneficiosos, ¿no?
Sí, claro. No todos se utilizan para matar. El que genera el cornezuelo del centeno evita la muerte por hemorragia tras un parto.
En los últimos años también hemos conocido casos muy relevantes de envenenamientos, sobre todo, en Rusia.
Sí, como la muerte de Litvinenko, el exagente de los servicios de inteligencia rusos que denunció que Putin estaba detrás de algunos crímenes de estado. Cuesta creerlo, pero le echaron polonio en el té en un hotel de Londres y en tres semanas se murió. Es una historia tremenda porque al principio no se sabía que había pasado e incluso los periodistas elaboraron una exhaustiva investigación. Fue muy cruel y usaron un veneno poco accesible porque es muy caro. Su envenenamiento pudo costar 10 millones de euros tranquilamente, ya que el polonio se obtiene de un reactor nuclear.
Hay otro caso famoso, dos años antes, el del líder ucraniano Viktor Yuschenko, al que envenenaron con dioxina, pero los médicos consiguieron salvarle a tiempo a pesar de que apareció con un marcado acné y desfigurado.
Cambiando de tema. La industria alimentaria está plagada de conservantes y estabilizantes. ¿Nos estamos envenenando con la comida?
No. Es la única manera de poder comer todos los productos, no se pueden conservar de otra manera. Los nitratos y los nitritos para conservar la comida son necesarios para controlar su seguridad y evitar la aparición de la toxina botulínica, que es letal. El auténtico peligro es el de la desinformación que nos hace manipulables. Tanto los científicos como los medios de comunicación tenemos una responsabilidad para dar información veraz y asequible.
Pero ahora la sociedad quiere productos más naturales, sin tantos aditivos y está un poco asustada con tanta química.
Es cierto que ahora con las cadenas de frío se están eliminando muchos conservantes. Es la evolución y no podemos decir que no porque si nos negamos volveremos a usar pañales de lavar a mano y nos pasaríamos una gran parte de nuestra vida haciendo una serie de tareas que han desaparecido. Hay que informar, hay que controlar los aditivos porque en el momento que existen unos intereses económicos las cosas se pueden desmadrar para que el producto sea más atractivo, pero sinceramente veo mucho más peligroso la adición sistemática de azúcar para crear una adicción en todo tipo de productos.
Hay un intenso debate con el uso del glifosato en el campo, una sustancia prohibida en muchos países, pero no en España.
No tengo mucha información sobre ello, pero cualquier sustancia que se utilice en el campo hay que controlarla constantemente para que no ocurra lo que pasó con el pesticida DDT, que causó graves desequilibrios ecológicos y se abusó de él al usarse sin control.
Otra cosa diferente son los transgénicos. No pasa nada y lo he hablado con químicos y biólogos. No hay ningún peligro y llevamos muchos años utilizándolos. Por ejemplo, el olivo original era acebuche y casi no daba aceitunas, así que utilizamos una variedad transgénica que se ha hecho a lo largo de los siglos por ensayo y error. En los transgénicos hay una fobia irracional y no entrañan ningún peligro. No se puede vivir al margen de todo porque si no habría que irse a vivir a un pueblo apartado. Así que decir que todo lo nuevo y que toda la química es mala no es lógico porque ha hecho nuestra vida más larga y mejor, lo que pasa es que hay que estar vigilantes siempre, pero sin inducir pánicos no justificados.