El arzobispo presidió ayer la celebración de la eucaristía en la Catedral Primada con motivo de la Festividad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Braulio Rodríguez Plaza regresaba así a la vida pública justo una semana después de recibir el alta médica.
El prelado se dirigió a los fieles ante la ausencia de representantes políticos, a excepción de la concejala del Partido Popular y diputada regional Claudia Alonso, con una homilía crítica y en clave europea, cargada de actualidad y sin rodeos a la hora de abordar el extremismo islámico del Daesh.
«En nuestra sociedad toledana, española, europea, no se quiere contar ni recibir la vida nueva que lleva consigo la fe en Dios, nuestra sociedad se vuelve de espaldas a Dios, a Cristo y a la tradición que ha hecho a Europa», indicaba el pontífice para alertar de que este ‘dar la espalda’ se traduce en «jóvenes terroristas» como los de París. «Eran belgas y franceses producto de la mala integración a la francesa y a la belga. Esperemos que esto no suceda aquí a la española».
Rodríguez Plaza no titubeó para sentenciar que mientras en las sociedades europeas «en lugar de dejarse interpelar por los acontecimientos, se insiste y se aprovecha para aliviar sus conciencias» no se reconoce «el vacío humano que la política viene aplicando desde hace décadas, ni el error del modelo eurocéntrico según el cual el mundo evoluciona hacia la secularidad laica, entendida laicistamente como la liberación de tabúes religiosos. Corremos peligro si cada vez nos alejamos de lo que nos ha hecho mejores hombres y mujeres, pues la vida sin fe no es vida».
En este sentido, el arzobispo y primado de España lamentó que la clase política esté más preocupada «por las encuestas y por ganar puntos» que por reconocer el vacío que tal y como consideró llevó a los jóvenes terroristas del Daesh a perpetrar la matanza de París el 13 de noviembre o la de Charlie Hebdo el 7 de enero.
«Estos jóvenes estaban perfectamente integrados, pero integrados en la nada, en la negación de cualquier impulso espiritual, por lo que acabaron sometiéndose a un islamismo que no era solo una reacción a ese vacío», señalaba.
La violencia que practican los extremistas marcó una homilía contundente en la que el pontífice de la Archidiócesis de Toledo insistió en la defensa de la vida frente a una sociedad, dijo, en la que se llama matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo, que acepta el aborto como derecho y en la que en un futuro se legalizará la eutanasia.
Debilidad espiritual. El arzobispo llegó a afirmar que la debilidad espiritual «repercute sobre la demografía» para desarrollar un planteamiento con el que manifestar que «nos guste o no, la fecundidad biológica, tener más hijos, es un signo de esperanza vivida. La liberación verdadera de la mujer no puede desembocar en una militancia en contra de concebir nuevos hijos».
Así, el prelado, aseveró que en España «las mujeres con burka, pañuelo u otro tipo de ocultamiento, de otras culturas, engendran más hijos que las mujeres cristianas o de cultura cristiana en España», para subrayar que «con una moral sexual más relajada y una posmodernidad seremos capaces de reconocer en María el Dios hecho hombre, el que no aplasta lo humano, sino que lo asume en su libertad y en su debilidad».
Eucaristía concelebrada. El arzobispo concelebró la eucaristía junto al obispo auxiliar, Ángel Fernández Collado, y al obispo emérito de Segovia, Ángel Rubio, arropados por un amplio número de sacerdotes, además del Cabildo Primado con el deán al frente, y las voces de la Capilla Musical del Seminario Mayor y los Seises, en esta ocasión dirigidos por el maestro de capilla, Jaime Léon.