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Como muchos grandes descubrimientos, se ha producido por casualidad. El grupo de arqueólogos de la empresa Global Arqueología cree haber encontrado parte de la muralla judía de Toledo y su puerta de entrada. El lienzo tiene ocho metros de longitud, de 2,86 de anchura y cuatro de altura, aunque el desarrollo que presentaba indica que esta había sido mucho mayor. El muro se encuentra delante de la puerta principal de San Juan de los Reyes, enterrado justo debajo de la estatua de Isabel ‘la Católica’. Hasta que los desprendimientos les impidieron continuar, los arqueólogos llegaron a una profundidad de cinco metros para desvelar el secreto de una muralla de siete siglos escondida por lo menos desde hace cinco.
Antonio José Gómez Laguna, Tania Obregón Penis y Juan Ángel Ruiz Sabina se encargan de la asistencia técnica de arqueología del Ayuntamiento. Estaban trabajando en el control arqueológico de las obras con la que Tagus ha asegurado el abastecimiento de Picadas en todo el Casco, aún en caso de avería, cuando se encontraron con dos sorpresas bajo la tierra. Por un lado al inicio de Cava Baja aparecieron restos de cimentación de unas viviendas a una profundidad tal, que no tuvieron que tocarse siquiera.
Pero la gran sorpresa estaba casi justo debajo de Isabel ‘la Católica’, en el pequeño espacio verde situado frente a San Juan de los Reyes. Bajo el paso peatonal transcurre una tubería de abastecimiento instalada a mediados del siglo XX, y la actuación tenía previsto instalar a los pies de la monarca la nueva estación de bombeo. Parecía que no iba a haber sorpresas, dado que los planos antiguos marcaban que toda la zona había sido siempre un rodadero hasta el siglo XX, sin estructura alguna. Hasta que comenzó la obra. El primer día de trabajo, explica Gómez Laguna, localizaron ya «el pico de algo muy gordo que estaba allí». Tan sólo habían levantado la zona peatonal, y advirtieron que la antigua canalización había roto un lienzo de muralla. Una muralla que transcurría justo por la zona en la que se iba a instalar la nueva estación de bombeo de Picadas. Al abrir esa zona, los arqueólogos pudieron descubrir no sólo un muro de mampostería y sillares del que no se tenía conocimiento, sino también lo que parece el espacio de su puerta. Sin embargo, a causa de los dos derrumbes que se produjeron en la zona cuando ya se había excavado cinco metros, no pudieron llegar a los niveles de cimentación de la muralla.
Este hecho dificultó la datación del lienzo. Había que interpretar qué era, porque el muro no aparecía ni en los planos de Covarrubias de 1778, ni en los del Greco. Sin embargo, sí aparece en ambos parte de una muralla que, saliendo del puente de San Martín, tal y como se puede ver hoy en día, llegaba hasta cerca de San Juan de los Reyes. Para averiguar su origen, los arqueólogos acudieron a Passini, quien habla de una muralla inconclusa de la judería.
En el siglo XIV, los judíos sufrieron varios ataques en España, y sobre todo en Toledo, que acabó con buena parte de las diez sinagogas de la ciudad. En respuesta, los sefarditas decidieron adelantar su muralla hasta un lugar por el que sería más difícil penetrarla. Comenzaron una nueva construcción defensiva, que en teoría comienza en los torreones situados junto al puente de San Martín, pero que va subiendo hasta que desaparece. Passini recoge en su libro La Judería de Toledo que el rey de Castilla Enrique de Trastámara ordenó parar su construcción en 1366, ante las protestas de los toledanos. Aunque esta muralla, no fue demolida, y en ella, el arzobispo Don Gómez Manrique mando abrir varias puertas.
El estudioso francés proponía que el muro tendría que pasar unos metros más abajo del lienzo descubierto, hasta el torreón del siglo XIX de una vivienda particular en la plaza. Sin embargo, Gómez Laguna ve más lógico que la muralla estuviera más arriba, para alejarla de la parroquia de San Martín, que según parecen indicar las catas realizadas para la instalación de contenedores soterrados, estaba situada a la entrada del instituto Sefarat. Por un lado, la iglesia tenía que estar fuera de la Judería. Pero además, la muralla tenía que alejarse, para que no se pudiera acceder a ella desde el templo cristiano para proferir ataques. Y la linea trazada por Passini pasaba justo por la iglesia.
Los arqueólogos sospechan que justo bajo la zona verde investigada estaba la puerta de la muralla. Y con el lienzo unos metros más arriba de lo previsto por Passini, queda espacio abierto delante de la puerta. Delante y detrás de la misma, por lo tanto, tendría que haber unas zonas abiertas donde parar con los carros, pagar los impuestos y mercadear.
Allí, explica Ruiz Sabina, hay un hueco en el que se ve un sillar visto sin rotura, lo que apunta a la presencia de una puerta. No se trata de un lienzo roto, sino de una muralla que gira y hace unos sillares. Hay que tener en cuanta que las murallas judías similares no presentan torreones cuadrados, sino que todos son redondeados. Además, otro indicio apunta más en esta teoría. La colocación de los escombros indica que se trataba de un espacio abierto que permitía que estos bajaran y formaran el rodadero. Bajando cinco metros, los arqueólogos detectaron que el rodadero empezaba a aparecer, y había suelo compactado por el paso y la lluvia.
Sin embargo, y a pesar de encontrar lo que parece un lateral de la puerta, los arqueólogos pudieron hacer poco más, tras dos derrumbamientos, y ante la posibilidad de que cayera encima la estatua de Isabel ‘la Católica’. Por lo que el jefe de obra de Tagus decidió tapar lo antes posible para evitar accidentes.
Muralla desaparecida. La aparición de estos restos supone un cambio en la configuración de los límites de la Judería, que se conocían hasta este momento, y parece indicar que los judíos sí llegaron a concluir su nueva muralla, o cuanto menos, explica Gómez Laguna, su construcción estaba muy avanzada cuando se abandonó. El misterio está en que no aparezca en ninguno de los planos medievales de la ciudad.
Todo el material hallado desde la superficie hasta los cinco metros en los que se ha excavado no son más antiguos del siglo XVI. De forma que es posible que debajo haya todavía doscientos años más de historia hasta el suelo original. Sin embargo, sí queda claro que es ortogonal con todas las construcciones y calles medievales de judería en la zona. El modelo de lienzo, además de la investigación histórica, indican que se trata de una muralla del siglo XIV. Se trata de muro de sillares con llagueado exterior decorado con piedras negras, un sistema constructivo similar, por ejemplo, al de la muralla almoade de Alarcos desde el siglo XII.
Es cierto, explica Ruiz Sabina, que la muralla en ciertos tramos está destruida, o se han quitado varios sillares. El muro presenta varios agujeros, que sugieren una destrucción y desmantelación intencionada. También hay evidencias del expolio de los sillares de la esquina, probablemente, reutilizados en la construcción de San Juan de los Reyes o a la reforma del cercano palacio de los Duque de Maqueda. A partir del siglo XVII esta zona se transformó en un rodadero, que descendía hacia la puerta del Cambrón.quee mantuvo hasta principios del siglo XX.
Cuando en 1478 Isabel y Fernando mandan la construcción de San Juan de los Reyes, el muro ya debía de que estar tapado. Se nota que fue en ese punto cuando se tallaron los bloques de caliza que se traían para San Juan de los Reyes. De forma que todo el relleno que hay en la zona son centenares de fragmentos de caliza. En consecuencia, apunta el arqueólogo, es posible que se reaprovechara algún sillar del muro para la nueva construcción, pero había tantos escombros encima ya que no se veía. De forma que en el plano del Greco no aparezca un muro que como mínimo llevaba siglo y medio enterrado.
Protección. Tras su descubrimiento, los restos han quedado protegidos de nuevo. Sólo ha sido necesario desplazar dos metros al norte la estación de bombeo prevista inicialmente. La solución de la obra de Tagus no fue complicada. Sin necesidad de abrir nuevas tuberías, se colocaron todos los servicios en la zanja antigua. Además, la muralla está a tal profundidad, que la antigua tubería sólo rompió un pequeño trozo.
A partir del descubrimiento, se modificó el proyecto de la estación de bombeo, que se ha instalado dos metros hacia abajo, para no afectar la muralla. Después, el lateral se protegió con geotextil y maderas, para evitar daños. El espacio entre el muro de hormigón y la muralla se ha rellenado con arena, y se ha quedado todo enterrado tal cual estaba, sin tocarse. Encima está de nuevo una pequeña zona verde. El descubrimiento no ha supuesto ni un sobrecoste, ni retraso alguno en la necesaria obra.