Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


El cabo de Buena Esperanza

02/05/2024

Un buen amigo me envío el otro día la famosa intervención completa de Nikita Jrushchov durante el XX Congreso del PCUS 'Acerca del culto a la personalidad y sus consecuencias'. Más conocida como el «discurso secreto», ya que la URSS consiguió ocultarlo hasta 1988. La concepción estalinista de la teoría marxista había alcanzado una brutalidad sin limites justificada en la consagración de una sociedad sin clases y Jrushchov en su exposición señalaba a sus camaradas que era la consecuencia práctica del culto al individuo y de suponerle un comportamiento infalible.
Mentiría si dijese que no me resultó asombroso e instructivo y que estuve tentada en ponerme a escribir sobre ello, pero finalmente terminé, perdiéndole interés porque hay en la historia demasiados casos de lideres trasfigurados en dioses con resultados parecidos. La personificación del Estado, el Estado soy yo, la salus rei publicae de los políticos latinos que consideraban al adversario como hostis publicus para legitimar el ataque a sus derechos civiles, etc.
Así que me pareció, entonces, más distraído investigar las razones por las que el cabo de Buena Esperanza aparece ahora con tanta frecuencia en las noticias económicas de portada. El primer europeo que avistó y dobló este accidente geográfico al sur del continente africano, en el extremo de Sudáfrica, fue el navegante portugués Bartomeu Dias en 1488. Por aquellos años, la ruta por el Mediterráneo hacia Asia en busca de las preciadas especias se había vuelto cada vez más peligrosa, tras la conquista de Constantinopla por Mehmed II, y demasiado costosa, porque había que pagar caros impuestos en las ciudades donde había que hacer escala, por lo que encontrar nuevas rutas para llegar a la India era el sueño de reyes y mercaderes.
Dias lo bautizó como cabo de las tormentas por la peligrosidad de sus corrientes - de hecho, allí pereció más tarde-, pero fue el rey Juan II de Portugal quien lo renombró como cabo de Buena Esperanza, ya que estaba seguro de que sería, bordeando África, la forma de llegar a las Indias,lo que confirmaría Vasco da Gama.
Hoy los ataques de los hutíes de Yemen han convertido en demasiado peligroso el transporte marítimo por el mar Rojo rumbo hacia el canal de Suez, que conecta las aguas asiáticas con Europa a través del mar Mediterráneo y concentra casi el 30% del comercio mundial. Por ello, la mayoría de las navieras se han visto obligadas a redireccionar sus rutas por el cabo de Buena Esperanza para llegar hasta Europa.
A consecuencia de ello, los puertos de Barcelona, Algeciras y Tánger están congestionados al tener que recibir todos los contenedores con destino a Europa que antes se iban descargando por los distintos puertos de la ruta del Mediterráneo. La ampliación del trayecto, en el caso de España, es de casi 7.000 kilómetros y de más de 15 días, lo que supone un incremento del coste, sobre todo por combustible, que puede llegar hasta el 60%.