Máxima incertidumbre en Cataluña

Pilar Cernuda
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El escenario permanece abierto a pocas horas de unos comicios donde tanto los independentistas como la Moncloa tienen mucho en juego

El futuro del presidente español podría quedar condicionado a si Puigdemont llega o no al Palau de la Generalitat. - Foto: EFE

Los sondeos últimos, que ante la prohibición de ser publicados los manejan los partidos con sus respectivos trackings diarios, más los que publica el Diario de Andorra, recogen que la formación de Puigdemont, llamada también Junts, ha vivido una importante remontada en las últimas jornadas que le acerca tanto al PSC de Salvador Illa que incluso podría superarlo; desde las filas de ERC aseguran, sin embargo, que se ha producido un importante traspaso de votos de antiguos simpatizantes de Convergencia que se pasan al bando de Junqueras y al expresidente fugado.

En el centroderecha constitucional, el PP, podría multiplicar por cuatro sus escaños y pasar de los tres de las elecciones anteriores a 11 o 12 en el nuevo parlamento, pero en los últimos días también se le ha acercado tan peligrosamente Vox que podría ponerse por encima de los populares como en los comicios pasados. 

Bajada importante de los Comunes de Ada Colau que hoy forman parte de Sumar, lo cual supondría un nuevo varapalo para una Yolanda Díaz en situación crítica, dado que desde el propio Gobierno se hace alarde de que apenas cuenta para el Ejecutivo. Descalabro también para la independentista CUP. Con Ciudadanos desaparecido del parlamento catalán, el partido que fundó Rivera puede dejar de existir. Si es que todavía existe en algún punto del mapa.

Este resumen de la situación, que de ninguna manera puede considerarse inamovible porque las elecciones las carga el diablo y los sondeos no siempre aciertan al cien por cien, provoca un estado de ánimo en la clase política cercano al estrés agudo, casi al infarto. La aritmética se hace tan complicada que la opinión más generalizada es que, una vez iniciadas las negociaciones para formar gobierno -que empezarán después de los comicios europeos del 9 de junio para no afectar a la campaña y a su resultado-, podría producirse un bloqueo que obligaría a celebrar una repetición electoral en Cataluña en agosto.

La partida se juega entre tres formaciones: PSC, Junts y ERC. Estos dos últimos, independentistas, sostienen a Pedro Sánchez en La Moncloa, lo que hay que tener muy en cuenta a la hora de hacer un pronóstico de futuro. El jefe del Ejecutivo, que no ganó las elecciones del 23 de julio y se encuentra en una situación de máxima precariedad en el Congreso de los Diputados, podría perder el Gobierno si no contara con los apoyos de Junts o de ERC, ante la imposibilidad de conseguir las mayorías necesarias para legislar.

 Puigdemont, que nunca se ha mordido la lengua y además disfruta humillando a Sánchez, al que ha obligado a pasar por el aro, por su aro, desde el otro lado de la frontera, desde Francia, ha lanzado al presidente español un mensaje muy claro: si no le permite ser el dirigente de la Generalitat, le hará caer como mandatario del Gobierno. Sabe Sánchez que, si los números le encajan, lo hará sin ningún género de duda.

PSOE y PP en entredicho

La mayoría absoluta es de 68 parlamentarios y todos los sondeos dicen lo mismo: Illa ganará las elecciones con cerca de 40 escaños o sobrepasando esa cifra en uno o dos, pero se vería obligado a sumar a Junts, a ERC o a los dos. 

En estos momentos, la rivalidad entre convergentes y Esquerra es total. Por lo tanto, no sería fácil contar con los apoyos de ambos en caso de necesitarlos… pero, sin embargo, se da por descontado que, de sumar más todos los partidos independentistas -Junts, ERC, la CUP y Aliança Catalana- el próximo presidente de la Generalitat sería uno que quiere la soberanía catalana. Con toda seguridad Puigdemont, por más votado a pesar de que ERC afirma que ha recuperado terreno en los últimos días. Es en esa situación, que podría producirse incluso sin necesidad de incluir en la jugada a Aliança, en la que confía el candidato de Junts para recuperar el liderazgo del Govern. Y si Sánchez se cruzase en su camino para impedirlo… es cuando el tránsfuga, que tendría que ser detenido si cruza la frontera, utilizaría toda su artillería para obligar al inquilino de la Moncloa a permitir la coalición que le llevaría al Palau de la Generalitat. Porque, de no hacerlo, Sánchez perdería los siete votos de Junts en el Congreso de los Diputados, indispensables para gobernar sin sobresaltos. Incluso sin ellos, tendría muy difícil gobernar si esos siete apoyos los tuviera permanentemente en contra impidiendo la aprobación de las leyes elaboradas por el Ejecutivo.

Además del futuro de Puigdemont y Sánchez, que se podría decidir este domingo, también Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal se juegan mucho en esa fecha.

El líder popular empieza a ser cuestionado, se visualizan ya los fallos de su equipo y la lista europea no ha provocado entusiasmo. Tras la apoteosis gallega, las elecciones vascas no han tenido mal resultado pero tampoco bueno, más bajo del que se esperaba, y además sus dudas respecto al candidato catalán generaron inquietud porque se echaba el tiempo encima y no confirmaba a Alejandro Fernández, que podría tener sus defectos como todo el mundo, pero contaba con el respaldo muy masivo del PP de la región catalana. 

Feijóo se ha volcado en la campaña, al igual que otros dirigentes del PP, con especial protagonismo y gancho de Isabel Díaz Ayuso. Si se cumple lo que anuncian los sondeos, llegar a los 12 escaños sería un éxito importante. Pero lo enturbia que Vox sigue fuerte, lo que se interpreta como que hay un hueco en la derecha que se resiste a considerar al líder de la oposición como el dirigente que los representa. El presidente del PP ha tomado buena nota y en los últimos días ha cambiado su discurso para hacer una apuesta firme por la seguridad, incidiendo en el rechazo a la inmigración ilegal. Discurso que la izquierda se ha apresurado a identificar con el de Vox. El resultado de esas palabras se conocerá el domingo, pero inicialmente parece una apuesta de riesgo, por muchas matizaciones que haya hecho Feijóo. Para el presidente popular, un resultado que no fuera quedar nítidamente por encima de la formación de Santiago Abascal, sería una pésima noticia.

Un escenario endiablado

Este domingo, por tanto, no solo se decide quién va a ser presidente del gobierno catalán y qué política se aplicará en la región a partir de ahora, sino que el 12-M tiene un componente nacional importante.

El peso de Pedro Sánchez ha recibido un golpe serio con una sucesión de hechos que han hecho mella en su figura. Los cinco días de reflexión han estado tan pésimamente gestionados que finalmente gran parte de los socialistas lo han visto como una maniobra teatral para mayor gloria de su esposa. Un personaje que, a pesar de los esfuerzos del presidente por presentarla como una figura impecable, no cuenta con excesivas simpatías y se considera que ha hecho mucho daño a su marido y al partido. No han sido convincentes las explicaciones sobre sus aventuras profesionales y empresariales. Si a eso se suma el empeño de Sánchez de reconocer el Estado Palestino en el momento menos oportuno, en contra de la política de la UE y en plena campaña catalana; más el cambio de posición sobre la OPA del BBVA sobre el Sabadell, primero con el apoyo pleno del Gobierno para posicionarse en contra 24 horas más tarde, a lo que se suma la declaración del Banco Central Europeo a favor, su imagen ha caído en picado. 

Se ha asentado, además, la idea de que es un presidente de salida. No se sabe cuándo, pero de salida. Hasta el punto que se han advertido ya algunos codazos propios de quienes buscan buen sitio para cuando se plantee una sucesión.

Habrá un antes y un después del 12-M, fecha complicada para Sánchez. Si Puigdemont consigue regresar al despacho presidencial de la Generalitat, los constitucionalistas harán responsable al socialista de esa foto de vergüenza, un prófugo gobernando a los catalanes. Pero si no gobierna Puigdemont, sería Sánchez el que podría perder la silla. Un escenario endiablado.